Las aparadoras contra la economía sumergida

Las aparadoras contra la economía sumergida
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La economía sumergida es el mal de este país. Y dentro de ella, existe un colectivo como el de las aparadoras de la Vega Baja de Alicante, que han decidido tras décadas de trabajo precario formar una asociación para reclamar sus derechos. El más importante ya lo han logrado, hacerse visibles. Aunque muchos supieran de su existencia, ahora los medios de comunicación están recogiendo sus exigencias, ganadas a pulso.

Cuando una situación se arraiga en un contexto, lo peor es que la costumbre hace normal lo injusto. Como el caso de estas mujeres que llevan décadas trabajando en negro, en sus domicilios con el beneplácito de los empresarios. Mano de obra barata, que saca adelante gran cantidad de trabajo y sin derechos laborales.

La conciliación, la culpable de aceptar pésimas condiciones laborales

¿Pero qué puede empujar a estas mujeres a trabajar horas y horas por un sueldo mínimo y sin protección? El hecho de ser madres, de que no haya otra oportunidad en sus lugares de nacimiento, para poder desarrollar una vida laboral y la costumbre.

Todo tiene un fin e igual que las llamadas kellys alzaron la voz para que todos conociéramos su precaria situación, ahora es el turno de las aparadoras, una profesión muy típica de la Vega Baja donde la industria del calzado es importante.

Siempre se ha dicho que había pocas mujeres en este sector, lo cual no era cierto porque un gran número de ellas estaba trabajando desde su hogar desde hace treinta y cuarenta años.

Trabajar desde los dieciséis años en un oficio te convierte en experto, tras décadas dedicándote a ello aunque no cuentes con una titulación, estas mujeres han sido el motor de la economía de esta parte del país en el sector del calzado pero desde el anonimato.

¿Por qué reivindican sus derechos ahora?

Porque no se ha cumplido el convenio (que existe) para ese trabajo domiciliario que ellas ejercen. Una mujer puede llevar toda su vida trabajando y al llegar la hora de la jubilación ver que su pensión es mínima. Además de que no se reconocen enfermedades propias de desarrollar este trabajo que no es nada fácil.

Problemas de columna, síndrome del túnel carpiano, artrosis y mala circulación sanguínea son algunas de las dolencias que arrastran las trabajadoras del calzado, y que desde esta reciente asociación quieren que se reconozca por la Administración.

2 euros la hora, es el dineral que cobran las aparadoras

Las cooperativas son otra salida, para legalizar su trabajo que consta de cuatro horas en algún contrato (cuando lo hay) pero que en realidad esconden jornadas de más de diez horas. La crisis y la conciliación han sido excelentes excusas para mantener a estas trabajadoras ocultas cobrando salarios mínimos.

El problema viene ahora, ¿cómo resolver una situación que se traduce en 42 años cotizados y que se reflejen sólo 6 en las vidas laborales?

Estas mujeres, sólo son la punta del iceberg de muchísimos casos de economía sumergida conocida por los empresarios, sindicatos y Administración, pero que han permanecido en un secreto a voces, hasta que ellas han decidido hablar claro y reclamar que eso de que el trabajo de la mujer es una ayuda, quedó atrás. ¿Lograrán dignificar sus años de esfuerzo y trabajo? Por lo pronto, los partidos políticos las reciben, ahora falta pasar a la acción.

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