Tocó la Lotería de Navidad en mi empresa, mis empleados se montaron sus propios negocios y no salió bien
Reflexiones

Tocó la Lotería de Navidad en mi empresa, mis empleados se montaron sus propios negocios y no salió bien

La historia que vamos a contar puede parecer un cuento de Navidad, pero ocurrió ya hace algunos años. Por estas fechas es bastante común comprar "suerte" y que todo el mundo juegue el mismo número. Pero también durante otros momentos del año se realizan apuestas a otros sorteos de forma habitual. Porque tocó la Lotería de Navidad en mi empresa, mis empleados se montaron sus propios negocios y no salió bien.

Hablamos de una empresa que era puntera en su sector, solvente y saneada. Con ganancias muy regulares todos los años, una buena base de clientes consolidada y que, por así decirlo, lo tenía todo para mantenerse muchos años más como líder en su sector y el mercado en el que jugaba. Y sin embargo, la suerte se cruzó en su camino.

Tocó la Lotería de Navidad y los trabajadores abandonaron su puesto de trabajo

La primera noticia fue de alegría. Todos podemos hacernos cargo de las imágenes con gente saltando, abrazándose y celebrando la fortuna. Todo el mundo en la empresa jugaba y todos tenían premio, unos más y otros un poco menos. Incluso los jefes y responsables de la empresa teníamos nuestra parte. Todo parecía felicidad, pero nada más lejos de la realidad.

Las primeras dimisiones vinieron en poco tiempo y fueron varias en puestos claves. Después vendrían bastantes más. Los empleados estaban bien considerados en la empresa, bien pagados y en general, había un buen ambiente laboral. A pesar de todo, al principio hubo alguno que ya teníamos claro que no volvería. Una de los motivos más ilusionantes para jugar a la lotería es no volver a trabajar.

Los primeros empleados que dejaron su puesto lo hicieron a los pocos días. No había pasado ni un mes. Lo peor vino después, cuando unos cuantos se marcharon pero decidieron invertir las ganancias de la lotería en montar sus propios negocios. Empresas que pasaron a ser competencia directa de la nuestra, porque al fin y al cabo eran profesionales con años de experiencia en el sector, que invierten su dinero allí donde creen que tienen más posibilidades de éxito. Esto nos supuso varios inconvenientes:

  • Pérdida de talento porque los empleados que se marchaban eran competentes, estaban formados, alieneados con la estrategia de la empresa y encontrar varios sustitutos hizo que nuestro ritmo de trabajo, se resintiera.
  • Pérdida de clientes puesto estos empleados, tras años de relación con los clientes, consiguieron que se marcharan con ellos a las nuevas empresas que habían montado. A su vez aumentó el coste de adquisición de nuevos clientes, ya que hacerse con ellos suponía mejorar las ofertas de las nuevas empresas.
  • Más competencia ya que los antiguos empleados acabaron por montar varias empresas, que se enfocaban hacia el mismo tipo de mercado y clientes que la empresa original.
  • Reducción de márgenes, consecuencia directa de una mayor competencia y la necesidad de captar clientes, lo que supuso al final más trabajo, pero menos beneficio.
  • Necesidad de crédito para invertir mejorando la productividad. Un pequeño endeudamiento que nos hizo cambiar la estrategia a futuro e intentar diversificar nuestro mercado. No salió tan bien, o al menos no tan pronto como nos habría gustado.

En nuestro caso pasamos una mala racha durante unos cuantos años, con pérdidas y un periodo de adaptación complejo para volver a formar personal, pero también para readaptarnos a las nuevas condiciones del mercado.

Ser tu propio jefe no siempre es buena idea

Por lo que respecta a las empresas que pusieron en marcha los empleados en su mayoría no han sobrevivido. La mayoría cerro antes de perder más dinero. No siempre ser un buen profesional, que lo eran, te capacita para ser un buen jefe. En su área destacaban, pero asumir todo el control suponía un esfuerzo extra. Y al poco tiempo varios abandonaron su proyecto. No les había tocado la lotería para acabar trabajando más que antes.

Otros perseveraron. Intentaron poner en práctica sus ideas aplicadas al negocio. Pero sufrían, al igual que nosotros, la necesidad de encontrar un buen personal bien formado, con lo cual tenían que pagar más que la competencia y captar nuevos clientes. La realidad del mercado era tozuda y no había sitio para todos, al menos no para todos con unos beneficios que hicieran rentable varias empresas compitiendo en el mismo estanque por los mismos peces.

Todos salimos perdiendo. La mayoría de las empresas acabaron cerradas o con un traspaso y no aguantaron más de dos años. Antes de perderlo todo muchos apostaron por salvar su ahorros, intentar invertir el dinero que les quedaba en productos financieros más seguros y olvidarse de montar sus propias empresas.

Lo cierto es que el riesgo es real, tanto que existen productos de aseguradoras que tienen este tipo de cuestiones especificadas en sus pólizas. No solo para la lotería de Navidad, también para otros sorteos que se producen a lo largo del año.

Imagen | meineresterampe en Pixabay

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