Trabajar 60 horas semanales para ser productivos. El modelo americano no encaja en Europa, ni con las pymes

Trabajar 60 horas semanales para ser productivos. El modelo americano no encaja en Europa, ni con las pymes
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“Trabajar más horas para ser más productivos.” Podría haberlo dicho Elon Musk, Carlos Slim, Sam Altman… pero, en este caso, ha sido Sergey Brin, cofundador de Google. Los magnates de Silicon Valley defienden, públicamente, que sería deseable —incluso necesario— trabajar más de 60 horas semanales para alcanzar mayores niveles de innovación y rendimiento.

Un discurso, que conecta con la cultura del “hustle” estadounidense y, a la vez, colisiona con las propuestas en curso dentro de la Unión Europea, donde el foco está puesto en reducir la jornada laboral sin afectar la productividad. Me asaltan dos preguntas: ¿qué nivel de innovación y rendimiento se busca? ¿Y para quién serían deseables estas jornadas?

Un discurso que vuelve con fuerza

Según recogía recientemente El Economista, Brin —cofundador de Google— afirmó que habría que volver a trabajar 60 horas a la semana para lograr una productividad óptima.

No es el único: Elon Musk ya ha justificado despidos en Tesla y X por una supuesta falta de compromiso horario, y Carlos Slim llegó a proponer semanas de trabajo comprimidas, con jornadas de hasta 11 horas diarias.

Este tipo de planteamientos resurgen con fuerza en un contexto global donde el rendimiento económico vuelve al centro del discurso tras los años de pandemia, pero obvian los riesgos ya señalados por instituciones como la OCDE y la OIT.

Además, la defensa de jornadas de 60 horas semanales se justifica en nombre de una supuesta “productividad óptima”, pero lo cierto es que quienes promueven este modelo rara vez concretan en qué consiste exactamente esa productividad.

Por descontado, hay dudas razonables sobre el significado de estas afirmaciones. Ni Musk ni Brin, ni nadie, ha detallado si se refieren a volumen de tareas, innovación, ingresos o algún otro indicador tangible.

Este uso genérico de conceptos como esfuerzo o rendimiento termina por vaciarlos de sentido, a pesar de que provienen de sectores —como el tecnológico o el financiero— que presumen de operar precisamente con métricas, objetivos y resultados prácticos. La paradoja es evidente: se apela a nociones abstractas para exigir sacrificios concretos.

¿Qué dice la evidencia?

Estudios de la Organización Internacional del Trabajo han mostrado que las jornadas excesivas están asociadas a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, estrés y baja sostenibilidad del empleo.

La propia OCDE, en su análisis comparado sobre productividad, subraya que trabajar más horas no se traduce automáticamente en mayor valor añadido, especialmente cuando el entorno no es tecnológicamente intensivo ni organizativamente sólido.

El caso japonés, por ejemplo, ha sido citado en múltiples ocasiones como ejemplo de un modelo agotado: largas jornadas sin mejoras en eficiencia, con altos niveles de fatiga y absentismo.

El modelo europeo, por el contrario, sigue otra lógica. Francia, Bélgica y otros países de la UE han experimentado o puesto en marcha iniciativas para reducir la jornada laboral sin pérdida salarial. Alemania, Islandia y los Países Bajos siguen combinando jornadas más cortas con altos niveles de productividad.

En España, el Gobierno ha iniciado el proceso para reducir la jornada legal a 37,5 horas semanales, mientras se siguen explorando proyectos piloto en empresas que experimentan con la semana laboral de 4 días. Las primeras evaluaciones de estos ensayos apuntan a mejoras en bienestar, reducción del estrés y mantenimiento del rendimiento, según informes recopilados por el Ministerio de Trabajo.

La liga de las pymes españolas

La realidad de la mayoría de las pymes en España está lejos de poder sostener jornadas de 60 horas semanales, ni desde el punto de vista económico ni humano. El tejido empresarial español, compuesto mayoritariamente por pequeñas estructuras, depende de plantillas ajustadas y una alta implicación personal.

En este sentido, imponer modelos de trabajo intensivo, aunque sea desde discursos inspirados por figuras de Silicon Valley, podría agravar aún más problemas como el desgaste profesional, la rotación o la falta de conciliación, ya muy presentes en sectores como la hostelería, el comercio o los servicios auxiliares.

Además, este tipo de propuestas suelen ignorar el contexto normativo europeo, donde existen límites legales a la duración de la jornada, con un máximo semanal de 48 horas en cómputo ordinario y descansos obligatorios regulados por la Directiva 2003/88/CE del Parlamento Europeo.

El discurso del trabajo intensivo promovido por figuras como Brin o Musk no encaja con el modelo laboral europeo, que prioriza la salud, la conciliación y la eficiencia organizativa.
Para las pymes españolas, la prioridad no son las 60 horas, sino la estabilidad, la retención del talento y la mejora del entorno operativo, sin agravar el coste humano del empleo.

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