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No es cierto que todos los electricistas y fontaneros se estén haciendo de oro pese al centenar de noticias clicbait

No Es Cierto Que Todos Los Electricistas Y Fontaneros Se Esten Haciendo De Oro Pese Al Centenar De Noticias Clicbait
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Javier Ruiz

En los últimos meses, alimentada por las continuas actualizaciones del feed de Google Discover, ha crecido la idea de que ciertos oficios como el de electricista, fontanero o albañil viven una especie de edad dorada. Las tarifas visibles: desde 200 euros por una reparación urgente a más de 50 euros la hora por un trabajo especializado han reforzado el discurso de que estos profesionales “se están haciendo ricos” y que faltan miles de trabajadores para cubrir la alta demanda.

Un relato extendido, pero que rara vez se contrasta con datos reales de ingresos, donde facturación frente a ganancia neta desmonta, rápidamente, el mito y donde la prensa, la escasa oferta de ciertos colectivos y la búsqueda de nuevas alternativas profesionales frente a los grados superiores sigue dando como resultado un cóctel revuelto en lo laboral.

Facturar no es ingresar: la confusión y el mito

Las estadísticas del INE, de la Seguridad Social y los datos aportados por la patronal, como la UPTA, muestran un panorama muy distinto: la mayoría de autónomos dedicados a oficios manuales se sitúan en los tramos de ingresos más bajos del colectivo, con fuertes oscilaciones mensuales y una carga de gastos muy superior a la percepción social.

La diferencia entre lo que facturan y lo que realmente ingresan desmonta por completo el mito del “autónomo rico”. Así, la distancia entre facturación e ingreso neto es una de las grandes fuentes de confusión: cuando un profesional cobra 150 o 200 euros por una reparación (o el triple, o diez veces esa cifra), de ese importe no es su margen real.

De esa cantidad se restan materiales, desplazamientos, combustible, mantenimiento del vehículo, seguros, amortización de herramientas, suministros, impuestos y cuotas de autónomo.

La Agencia Tributaria y los estudios de rendimientos comparados muestran que la mayoría de estos profesionales opera con márgenes ajustados, especialmente si se tienen en cuenta los tiempos no facturables dedicados a presupuestos, compras o administración.

Los datos del INE sobre rendimientos de actividades económicas confirman que muchos autónomos dedicados a oficios declaran beneficios netos modestos incluso en años de fuerte demanda. En numerosos casos, el beneficio real se sitúa entre el 20 % y el 30 % de la facturación anual, dependiendo del sector y la estructura de gastos. Además, la actividad suele concentrarse en picos estacionales, lo que limita la estabilidad económica.

La mayoría ingresa menos de lo que se cree

Los informes de UPTA subrayan que los autónomos se dividen entre una minoría con ingresos crecientes y una mayoría que permanece en tramos bajos. Su análisis más reciente indica que los autónomos que ingresan menos de 15.000 euros anuales representan un porcentaje creciente del colectivo, mientras que quienes superan los 40.000 euros se mantienen estables o incluso disminuyen.

La Seguridad Social refuerza esta idea con su propia estadística: la mayoría de los autónomos cotiza por bases mínimas, un indicador directo de su capacidad económica real. Si bien la reforma del sistema de cotización busca adecuar cuotas a ingresos reales, los tramos declarados muestran que buena parte del colectivo continúa por debajo de los niveles que justificarían cotizaciones superiores.

A esto se suman los datos del INE en estructura salarial, que sitúan los ingresos de actividades manuales en niveles comparables, e incluso menores, a sectores de servicios intensivos en mano de obra.

A menudo, el mito del “autónomo que se forra” se refuerza con historias de éxito individuales. Sin embargo, la realidad suele ser distinta: estas historias captan clics y generan admiración, consolidando la percepción de que estos sectores “dan para mucho”, pero son la excepción, no la norma.

El mito de los virales

Sin embargo, tras consultar el salario medio de electricistas, fontaneros o albañiles en España y cruzar datos oficiales con fuentes de mercado, encontramos que los salarios se mantienen dentro de un beneficio medio.

Si consultamos los salarios medios desde el INE, obtenemos una referencia inicial que podemos cotejar con portales de trabajo, como Indeed, con valores actualizados: en este sentido, un electricista en Madrid ronda los 23.565 € brutos/año y un fontanero en la misma comunidad se sitúa en torno a 1.826 €/mes.

En el caso de los electricistas, fuentes formativas sitúan los salarios en 20.000–26.000 €/año, mientras que las estimaciones habituales para fontaneros están entre 18.000 y 24.000 € al año. Entre los albañiles, las cifras de entrada rondan los 15.918 €/año, aunque algunos medios sitúan el salario medio en torno a 1.500–1.680 €/mes.

En este último caso, no es exagerado afirmar que la construcción se ha quedado sin relevo generacional.

Todos los perfiles pueden escalar cuando hablamos de trabajo autónomo o con alta demanda, pero teniendo presente las oscilaciones del mercado, los gastos de inversión, los costes fijos y un largo etcétera de variables, a menudo, invisibilizadas.

Cuando se contrastan con datos oficiales, lo que parece un salario alto aislado se diluye en costes que consumen buena parte de los ingresos: materiales, combustible, mantenimiento, impuestos, cuotas… El resultado: muchos autónomos que facturan bien un mes terminan el año con rendimientos modestos, o incluso con pérdidas.

Costes ocultos

La factura visible del cliente no refleja los costes operativos de los oficios manuales. Un electricista o fontanero asume gastos elevados y recurrentes: vehículo propio, combustible, peajes, aparcamiento, herramientas y equipamiento técnico con desgaste continuo, seguros profesionales, ropa de trabajo, formación periódica, gestión administrativa e incluso materiales que debe adelantar antes de cobrarlos.

Desde 2021, la inflación en materiales (según los informes del Banco de España) ha encarecido significativamente el coste de muchos trabajos, lo que reduce aún más el margen neto pese a la subida de tarifas.

A todo ello, se suma la ausencia de vacaciones pagadas, bajas remuneradas o pagas extra: elementos salariales que sí existen en el empleo por cuenta ajena y que afectan directamente al poder adquisitivo real de estos profesionales.

La morosidad también es un problema recurrente, especialmente en trabajos de reformas, instalaciones o mantenimiento: según el Observatorio de la Morosidad de ATA, los autónomos que trabajan en construcción, reformas e instalaciones están entre los sectores con mayor retraso en los pagos, a menudo, superando los plazos legales.

Todo ello, implica que muchos profesionales deben adelantar el IVA de facturas que aún no han cobrado, lo que añade tensión de tesorería. Las bajas laborales agravan la vulnerabilidad: una lesión o una enfermedad puede paralizar su actividad durante semanas, sin ingresos y con los gastos fijos corriendo. Esta fragilidad contradice por completo la narrativa del “autónomo privilegiado”.

Un mito que no resiste los datos

La imagen del profesional que cobra tarifas elevadas y vive una situación económica holgada no se corresponde con los datos. La mayoría afronta ingresos netos estables o bajos, costes operativos muy altos, irregularidad mensual y ausencia de protección social.

Hay más. La fontanería, la electricidad o la construcción son empleos de gran demanda física: son exigentes y no están exentos de posibles riesgos para la salud. Muchos profesionales (y cada vez más mujeres) deciden emprender en el sector, pero muchas experiencias distan del poner la mano y enriquecerse.

Pese a ello, algunos líderes empresariales y tecnológicos, como el multimillonario José Elías o Jensen Huang (CEO de NVIDIA) no han dudado en afirmar que las profesiones “de toda la vida” son el futuro. Eso sí, por ahora, ninguno se ha planteado tal viraje profesional.

Por descontado, las noticias que se repiten parecen ofrecer una visión positiva y real para ciertos modelos de negocio o casos particulares, pero la realidad del colectivo es la de un sector que trabaja con márgenes ajustados y estabilidad limitada.

El mito del “autónomo rico” no se sostiene en ninguna estadística pública. Y, a falta de datos que lo apoyen, lo que muestran los indicadores oficiales es un escenario mucho más exigente y vulnerable de lo que suele imaginarse desde fuera.

¿Son los trabajos del futuro? El tiempo lo dirá. Los salarios, por ahora, no parecen tan abrumadoramente impresionantes como se presentan. Y eso es un hecho objetivo.

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