En España, la formación ya no garantiza estabilidad laboral ni ingresos suficientes. La IA puede dar la puntilla a las pymes y emprendedores

En España, la formación ya no garantiza estabilidad laboral ni ingresos suficientes. La IA puede dar la puntilla a las pymes y emprendedores
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En la España actual, contar con un título universitario ya no es sinónimo de estabilidad laboral ni de ingresos suficientes. Así lo confirma el Informe CYD 2024, que apunta a una desconexión todavía mayor (y creciente) entre el mercado de trabajo y el ámbito universitario.

En este contexto, la formación profesional, la utilidad práctica de los empleos y la actualización o reciclaje formativo acogen una dimensión de necesidad y muestran cómo se ha desvinculado, más y más, la oferta (académica) y demanda (laboral), lo que ha afectado a pymes, emprendedores y trabajadores de todas las edades.

Formación, sin garantías

Según El Mundo, hasta un 15 % de los titulados superiores no encuentra empleo en España. Solo ciertas profesionales (en especial, el sector sanitario, informática e ingenierías) ofrecen trayectorias más estables.

Asimismo, no parecen existir diferencias salariales significativas entre quienes estudian en universidades públicas o privadas. La Fundación BBVA ha desterrado este mito recientemente, y apunta a que el sistema no está consiguiendo traducir la formación en oportunidades reales de progreso.

El Informe CYD 2024, que depende del Sistema Integrado de Información Universitaria (SIIU) y, a su vez, del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, alerta de una desconexión creciente entre el mercado de trabajo y el sistema universitario: con jóvenes sobrecualificados, dificultad para encontrar ciertos perfiles laborales, viraje (o condena) hacia el autoempleo y los nuevos riesgos de las IA.

Jóvenes cualificados, pero precarios

La tasa de sobrecualificación en España alcanza el 35 %, situándose 15 puntos por encima de la media europea. Esto significa que muchos jóvenes desempeñan trabajos para los que están demasiado cualificados, lo que genera frustración y desaprovechamiento del talento.

Una situación que, lejos de miradas reduccionistas, tiene una profunda afectación social y psicológica, tanto por la inversión en tiempo y dinero realizada, como por la continua necesidad de seguir formándose sin un marco estable de seguridad.

Así, si bien el desempleo juvenil ha disminuido, sigue siendo un tema que preocupa: el pasado abril (2025), el paro entre menores de 25 años se redujo un 10,2 %, marcando un mínimo histórico. Sin embargo, la tasa de paro juvenil se mantiene en el 26,5%.

Qué implica en las pymes

En el caso de la pequeña y mediana empresa, este desajuste entre formación y empleo afecta directamente al tejido productivo. Por un lado, hay una abundancia de talento joven con formación superior; por el otro, las empresas enfrentan dificultades para encontrar perfiles que se ajusten a sus necesidades prácticas.

La falta de experiencia y habilidades específicas dificulta la incorporación de estos jóvenes a los puestos laborales ofertados, lo que denota una notable diferencia entre la oferta y la demanda.

Además, la elevada tasa de sobrecualificación puede llevar a una rotación laboral alta, ya que los empleados buscan constantemente oportunidades que se alineen mejor con su formación y expectativas. Este punto, que tiene todo el sentido, también puede ser problemático en el momento de encontrar trabajo para ciertos perfiles que, en la práctica, deben arriesgarse a "ocultar" parte de sus aptitudes y capacidades o volver a escuchar la temida palabra: "sobrecualificado".

En este marco, el autoempleo o el emprendimiento puede ser una solución acorde para dar salida a esa búsqueda concreta de formación. Sin embargo, esta decisión a menudo responde más a la necesidad que a una vocación emprendedora. La falta de recursos, experiencia y redes de apoyo convierte el emprendimiento en un camino lleno de obstáculos.

Solo aquellos que identifican nichos de mercado específicos o que poseen habilidades técnicas concretas logran consolidar sus proyectos, no sin capear un entorno de actualización y adaptación constantes.

Lo que viene: inteligencia artificial

Según el Foro Económico Mundial, la IA generará más de 3 millones de nuevos puestos de trabajo en una década, pero también afectará al 23 % de todos los empleos a nivel global.

Es evidente que su irrupción (IA) está reconfigurando el panorama laboral en sectores como la contabilidad, atención al cliente y diseño, que ya han experimentado cambios significativos debido a la automatización.

Las pymes enfrentan el dilema de invertir en herramientas que optimicen procesos o quedarse atrás, sin personal cualificado que las implemente. La demanda de formación en IA sigue aumentando: ha crecido más de un 400 % en menos de 5 años, si bien muchos trabajos enfrentan un futuro incierto.

La mayoría de los mensajes que nos llegan son tecno-esperanzadores, donde la IA creará trabajo al mismo ritmo que lo destruirá, pero, incluso los más optimistas, confirman que son castillos en el aire.

Algunas fuentes calculan que la IA destruirá 400.000 trabajos en España; sin embargo, las perspectivas de la ONU no son tan optimistas: hasta 8.000.000 de empleos, dicen. De media, se calcula que España ha creado, de forma sostenida, casi 500.000 empleos por año. La realidad es que tenemos un problema y, en este caso, se trata de la incertidumbre asociada al proceso.

La desconexión entre la formación académica y las necesidades del mercado laboral es evidente. Hoy, la oferta académica sigue estando poco mediana por el mercado y, a la par, el mercado no parece tener claras sus necesidades a corto y medio plazo. Los nuevos y futuristas empleos están muy bien, pero la edad media del trabajador español supera los 43 años, y ha subido en todos los sectores. 

Si bien es necesario adaptar la educación a las demandas reales, toca también revalorizar la formación profesional, la formación continua y la experiencia práctica.

Aun así, hoy ni una cosa ni la otra parecen garantía: las pymes necesitan talento con expectativas realistas, pero no parece haberse encontrado el modo de ofrecer un camino mínimamente estable que conecte educación y empleo. Un marco, cuanto menos, complejo para el presente, y el futuro.

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