La pandemia acelera el adiós al efectivo, pero estamos muy lejos del fin definitivo

La pandemia acelera el adiós al efectivo, pero estamos muy lejos del fin definitivo
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Llevamos ya un tiempo donde el uso del efectivo se va reduciendo progresivamente en favor del pago con tarjeta o cualquier otro medio electrónico. Nos referimos a pagos por proximidad desde teléfonos móviles, relojes inteligentes fundamentalmente, pero también otras opciones. Y este proceso se ha acelerado con la crisis sanitaria por el rechazo a tocar esos billetes mil veces manoseados. La pandemia acelera el adiós al efectivo, pero estamos muy lejos del fin definitivo.

Según una reciente encuesta del Banco de España sobre el uso del efectivo durante 2020 (PDF) el 36%, poco más de uno de cada tres encuestados prefieren el efectivo como medio de pago favorito. El 54,1% tiene la tarjeta de crédito como medio de pago favorito. Pero esta misma encuesta seis años atrás identificaba el efectivo como la opción prioritaria para un 80% de los encuestados. Un salto muy significativo y que marca una tendencia de hacia donde va el futuro.

Ni empresas ni una parte de la población quiere eliminar el efectivo

Claro que no tengo tan claro que esto vaya a suponer el fin de los pagos en efectivo. No hay más que ver como muchas empresas han puesto el grito en el cielo, se han quejado del impacto que supone para su facturación la limitación de pagos en efectivo a 1.000 euros y eso que dicho límite solo afecta a las operaciones entre empresas, no a las realizadas por consumidores.

Hay que tener en cuenta que se lleva produciendo desde hace tiempo un cambio cultural. Antes se reservaba la tarjeta para pagos importantes, mientras que las cantidades más pequeñas se pagaban en efectivo. Con el pago sin contacto esto ha cambiado un poco y para muchos resulta más cómodo acercar el móvil o la tarjeta que rebuscar en los bolsillos para encontrar monedas o billetes.

Aquí en la encuesta del Banco de España también se ve cierto sesgo. Se paga más con tarjeta en ciudades de más de 100.000 habitantes y en un rango de edad que va de los 20 a los 60. Por un lado tiene que ver con una adopción de la tecnología de forma más natural que a los mayores les puede costar un poco más.

Por otro hay que tener en cuenta que el sector bancario está en plena reestructuración, donde la desaparición de muchas oficinas, especialmente en entornos rurales obliga en muchos casos a sacar efectivo a sus clientes para tener en casa por si surge cualquier necesidad. Y se acaba tirando más de los billetes que de la tarjeta.

La economía sumergida se nutre de efectivo

Por último no hay que despreciar el efecto que supone en la economía sumergida. Todos los gobiernos a nivel mundial quieren mantener a raya las operaciones en efectivo porque no dejan rastro. Y esto supone que perseguir el fraude fiscal es mucho más complicado. Si se paga siempre con tarjeta hay un registro de la operación, que complica todo el proceso de ocultación de ingresos que algunos negocios pueden hacer.

No podemos olvidar tampoco el cobro de comisiones por pagar con tarjeta, algo que aunque se ha moderado mucho, también tiene su impacto en la cuenta de resultados de los negocios. Pero si solo se pudiera pagar con tarjeta habría que ver hasta dónde llegaría esta comisión o si sería o no de aplicación.

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