El sistema de pensiones no es sostenible, y hace tiempo que lo sabemos. Lo que implica: jubilaciones a los 70, pensiones bajas y más carga fiscal para todos

El Sistema De Pensiones No Es Sostenible Y Hace Tiempo Que Lo Sabemos Lo Que Implica Jubilaciones A Los 70 Pensiones Bajas Y Mas Carga Fiscal Para Todos
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Javier Ruiz

Si no hace mucho tiempo, Gonzalo Bernardos hablaba sobre las edades de jubilación, Santiago Niño-Becerra ha vuelto a poner a debate la sostenibilidad del sistema público español. Un aspecto que afecta tanto al mercado de trabajo como al propio sistema de prestaciones. Su diagnóstico es claro: el modelo fue concebido para una realidad social y económica que ya no existe. "El sistema de pensiones ha muerto", ha dicho.

La advertencia no es nueva, y hace tiempo que muchos economistas apuntan en la misma dirección, pero llega acompañada de cifras preocupantes: una población cada vez más envejecida, cotizaciones insuficientes, y un mercado laboral incapaz de sostener las jubilaciones futuras. Para miles de jóvenes y autónomos, la pregunta ya no es cuándo se jubilarán, sino si podrán jubilarse alguna vez.

Un sistema de otro mundo

El sistema público de pensiones nació en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, en un contexto de pleno empleo, esperanza de vida limitada y crecimiento económico sostenido. Durante décadas, la lógica fue simple: los trabajadores activos financiaban las pensiones de los jubilados, y el equilibrio se mantenía porque había muchos cotizantes por cada pensionista.

Además, las cotizaciones medias eran muy superiores a las pensiones de jubilación hasta los años noventa (una fecha que empieza a quedar lejana), que ayudaba a mantener un equilibrio. No obstante, España sufre el tsunami perfecto: una generación (boomers) que ha cotizado por pensiones superiores, una de las tasas de natalidad más bajas de Europa, una esperanza de vida creciente y un mercado laboral marcado por la temporalidad y los bajos salarios.

El resultado: cada vez hay menos cotizantes por cada jubilado, y los ingresos no alcanzan para cubrir los compromisos futuros.

El desequilibrio ya está aquí

Hoy, el gasto en pensiones supera el 11,5 % del PIB y podría llegar al 17,1 % en las próximas décadas si no se toman medidas. La ratio de cotizantes por pensionista, que hace unas décadas era superior a 3, se acercará peligrosamente al 1 a 1 en 2050.

Incluso la “hucha de las pensiones” no es más que una quimera: se ha vaciado en los últimos años, y el sistema ha tenido que recurrir a deuda o fondos extraordinarios para pagar prestaciones. Sin embargo, nunca ha sido una solución real, como explicábamos hace unos días en este mismo blog. Si bien  se ha reactivado recientemente gracias al Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI), no representa una solución estructural: se trata de un parche con escasa capacidad de respuesta frente a desequilibrios sostenidos.

Niño Becerra no es el único que advierte del cambio de paradigma. Otros economistas, como Gonzalo Bernardos, coinciden en que las reformas serán inevitables: retraso de la edad de jubilación, revisión del cálculo de la pensión y recortes parciales están sobre la mesa desde hace tiempo.

Algunos informes apuntan a que las nuevas generaciones solo accederán a pensiones más bajas y con mayor esfuerzo contributivo, y que la edad real de jubilación podría superar los 70 años en apenas dos décadas. 

Por descontado, las preguntas están claras. La más evidente: ¿si el sistema está roto, es justo para las generaciones actuales y futuras asumir toda la carga contributiva?

La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ha planteado un enfoque técnico: auditorías trienales del sistema, seguimiento del gasto y mecanismos automáticos de ajuste si se disparan los desvíos. Por el contrario, otros analistas proponen complementar el sistema público con planes colectivos, fórmulas de ahorro incentivado o más protagonismo del pilar privado:los datos muestran que, fuera de grandes empresas, este tipo de mecanismos sigue siendo residual en España.

De igual modo, la presión contributiva sigue subiendo para empresas y trabajadores por cuenta propia. Muchos autónomos ya cotizan al máximo permitido para poder acceder a una pensión decente, pero temen que eso no sea suficiente. Las pymes, por su parte, se enfrentan a un dilema: ¿cómo garantizar el bienestar futuro de sus empleados si el sistema no responde?

En cualquier caso, al margen de previsiones macroeconómicas, la percepción ciudadana empieza a romperse. Muchos mayores de 60 años ya dudan de que el sistema aguante cuando les llegue el turno. Entre los jóvenes, la desconfianza es aún mayor: salarios bajos, cotizaciones insuficientes y carreras laborales inestables convierten la jubilación en un horizonte borroso.

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