Vampiros en la oficina

Vampiros en la oficina
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De la múltiple fauna de oficina destacan unos seres que lejos de ocultarse de la sombra acaparan todos los focos y lo logran cosechando los éxitos ajenos. Algunos determinan esta actitud ante la incapacidad de alcanzar el éxito por sus propios méritos y otros simplemente lo llevan en su forma de ser. Estoy hablando de “vampiros de oficina”, un sobrenombre para aquellos cuya forma de afrontar la competencia es negativa para la empresa.

Las capacidades psicosociales de dichos individuos pueden llegar a entorpecer la actividad de los grupos de trabajo y convertirse en un lastre y en una peligrosa costumbre que envenene el ambiente. En estos casos puede ocurrir como en la literatura fantástica: El “vampiro” puede convertir a sus víctimas. Estudiemos un poco este perfil y veamos qué hacer.

Cuando las personas no logramos alcanzar nuestros objetivos mediante el resultado de nuestro trabajo podemos sentirnos frustrados lo cual puede provocar ansiedad y baja autoestima. Como resultado intentamos salir de dicha situación mediante diferentes sistemas que nuestra psique adopta para mejorar nuestro ánimo. La naturaleza de dichos intentos se ve afectada por factores internos y externos.

Como ejemplo de factor externo podemos fijarnos en un puesto de trabajo de baja exigencia y responsabilidad, donde resulta muy difícil destacar dado el poco margen para la creatividad y las pocas oportunidades que se presentan. Como factor interno entran en juego conceptos como la moral, los afectos, la ética, los objetivos…

El “vampiro de oficina” ( como he querido llamarlo en este artículo ) generalmente se encuentra en puestos de alta competencia o, por ejemplo, en momentos como los actuales en los que se temen ajustes de plantilla. Son personas que suelen ser eficientes pero que no se sienten correspondidos por la empresa o esperan lograr mejoras en su puesto y son incapaces de superar su desempeño o el de alguno de sus competidores. Sintiendo lejos el éxito lo buscan fagocitando a la competencia atribuyéndose méritos ajenos, aprovechándose de la buena fe o dañando la imagen de los demás.

El “vampiro” surge empujado indirectamente por una dirección que promueve la competencia salvaje de sus empleados. Si la comunicación vertical resulta deficiente se espera una lucha interna de los subordinados para lograr destacar sobretodo cuando no se sabe qué se espera y cómo se valora a los empleados.

Por tanto, cuando una persona de poca ética ( o guiada por necesidades más mundanas pero que tienen mucho peso para su moral ) se encuentra en un entorno de alta competitividad puede tomar la determinación de utilizar a los demás en su propio beneficio para así alcanzar el ansiado éxito.
Esto resulta un lastre para la competitividad del puesto de trabajo cuando los enfrentamientos se descontrolan pues las “víctimas”, llevadas por la injusticia, se convierten en verdugos y desaparecen las energías de cohesión ( e inevitablemente las de avance ). Además supone un caldo de cultivo para el rumor nocivo.

Lo mejor para evitar y controlar que los trabajadores se conviertan en “vampiros” pasa por mejorar la comunicación interna y guiar e informar respecto a las promociones internas para que los interesados sepan: Lo que se espera de ellos y cómo y en qué medida se les valora. La competencia puede ser positiva pero sin control puede ser muy perjudicial.

Cuando todo esto no sea tan eficiente como el ajo podemos promover la realización de sociogramas por manos expertas. Esto puede ayudarnos a encontrar al “vampiro” pero lejos de acabar con él debemos procurar encausar sus energías para que todo ese empuje lo dirija a mejorar la competitividad de la empresa y no a destruir al equipo. Siempre y cuando esto sea posible…
Eso sí, huelga decir que más vale prevenir que curar. Un comercial tiene más riesgos de convertirse en “vampiro” que un administrativo pero todo parte de buscar perfiles compensados y/o saberlos guiar.

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Imagen | Germán R. Udiz

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