¿Ha llegado el momento de repartir beneficios?

¿Ha llegado el momento de repartir beneficios?
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Cuando una empresa obtiene beneficios, la verdadera razón de ser de cualquier sociedad, se plantea siempre la misma cuestión: ¿reparto dividendos o invierto ese beneficio dentro de la empresa? Esta cuestión suele ser motivo de conflictos entre los socios y accionistas, pues habrá quienes quieran una cosa y otros que quieran la otra.

Dejando al margen cuestiones legales, como la dotación de reservas obligatorias, las empresas deben tomar esta decisión basándose en una serie de factores, especialmente relacionados con su solvencia y su liquidez, como el mantenimiento de un fondo de maniobra adecuado, el acometido de nuevas inversiones o la dotación de provisiones, en caso de que fuesen necesarias.

En este sentido, conviene mantener un equilibrio entre los intereses de la empresa y los del accionista o socios, ya que ninguno de los dos tiene sentido sin el otro, con el objetivo de tomar la mejor decisión dependiendo de la situación financiera actual de la sociedad.

No obstante, la prudencia lleva a pensar que siempre será mejor que ese beneficio sea reinvertido con el fin de mejorar la salud financiera de la empresa y su solvencia, especialmente en las etapas iniciales. Esto le permitirá fortalecer las cuentas de la sociedad con el fin de invertir en nuevas líneas de negocio o simplemente, disponer de un colchón para afrontar posibles situaciones negativas.

Hay que tener en cuenta, además, que la reinversión de los beneficios extraordinarios es deducible en el Impuesto de Sociedades y, por tanto, significa un ahorro a efectos fiscales.

Sin embargo, si no se tienen en cuenta los intereses de los inversores y accionistas, que no es más que recibir una renta por el capital prestado con base en los beneficios de la empresa, se corre el riesgo de que esos capitales se retiren de la sociedad, de manera precipitada en algunos casos.

Esta situación se puede volver aún más complicada si la compañía es cotizada. En estos casos, si el dividendo es bajo, el atractivo inversor es muy pobre; sin embargo, si es alto, la apuesta por la empresa se vuelve más arriesgada, pues se está comprometiendo su solvencia.

Por esta razón, es importante saber cuál es el punto exacto en el que la distribución de beneficios es la correcta, conjugando los intereses de los accionistas sin comprometer la viabilidad futura de la empresa.

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