Javier Ruiz
En plena campaña de matrículas universitarias, una noticia ha pasado de puntillas, pero dice mucho del modelo educativo actual: estudiar en la universidad pública de Madrid costará más de 1.000 € por curso a partir de este año.
A su vez, en un momento de profundos cambios laborales y falta de relevo generacional, la Formación Profesional de Grado Superior —más asequible, con mayor inserción laboral y orientada a sectores donde las pymes buscan personal— sigue siendo parcialmente invisibilizada en el discurso oficial.
El coste de estudiar
Según datos recogidos por Business Insider, el precio del crédito ha subido en todas las ramas, situándose en más de 1.200 € anuales en muchos grados (20,68 euros por crédito) de primera matrícula.
A todo ello, debemos sumar otros gastos asociados como transporte, materiales, alojamiento y, en muchos casos, la previsión de cursar un máster, a posteriori, para mejorar la empleabilidad.
Por el contrario, un ciclo formativo de grado superior en un centro público cuesta entre 100 y 400 € anuales. Esta es la teoría, no obstante, porque la escasa oferta de plazas públicas en Madrid obliga a muchos estudiantes a matricularse en centros privados, donde los precios pueden igualar (incluso superar) los de la universidad pública.
Tiempo invertido
Un grado universitario son 4 años. Sin embargo, si sumamos un máster y los retrasos habituales para lograr un primer empleo estable, el acceso real al mercado laboral puede tardar entre 5 y 6 años.
En la FP, en cambio, la duración media es de 2 años, con prácticas en empresa obligatorias, y una tasa de inserción que se sitúa por encima del 80 % en menos de seis meses en muchas ramas. La diferencia es clara: mientras unos siguen estudiando, otros ya están cotizando y ganando experiencia.
Los últimos estudios del Observatorio de la FP (Randstad Research) coinciden en que las familias profesionales con más salidas laborales en formación profesional son informática, sanidad, mantenimiento, logística o comercio.
En muchas de ellas, los sueldos al tercer o cuarto año de trabajo igualan o superan los 25.000 € anuales. Mientras tanto, los graduados universitarios en áreas saturadas (humanidades, sociales, biología, etc.) tardan años en conseguir estabilidad, y muchas veces en empleos que no requieren titulación.
Además, si una persona empieza a trabajar 3 años antes que otra (como ocurre entre FP y universidad), la diferencia acumulada en ingresos supera fácilmente los 40.000 €, sin contar la deuda educativa o el coste de oportunidad.
Las pymes buscan talento en la FP
Más del 60 % de las pymes españolas afirma tener dificultades para encontrar personal técnico cualificado. Lo que buscan no son licenciados con dos másteres, sino perfiles intermedios con conocimientos prácticos: técnicos en redes, especialistas en maquinaria, personal de laboratorio, auxiliares de gestión...
En ese sentido, muchos ciclos de FP responden mejor a las necesidades reales del tejido empresarial, sobre todo, en sectores donde la rotación es alta y el aprendizaje práctico es clave.
Uno de los problemas más repetidos es la falta de plazas públicas, las carencias en orientación profesional adecuada durante la etapa escolar y la falta de campañas institucionales, que visibilicen este camino profesional como una opción digna y rentable.
El ejemplo de la Comunidad de Madrid, con su subida de tasas universitarias, sirve para recordar que el coste de estudiar no siempre se traduce en mejores oportunidades.
En el contexto actual, el mercado laboral premia la rapidez, la flexibilidad y las habilidades técnicas, por lo que muchos jóvenes y familias empiezan a preguntarse si el camino tradicional sigue siendo el más sensato.
Todo apunta a que no.
Y las pymes lo tienen claro: el talento técnico, muchas veces, no está saliendo de la universidad, sino de los ciclos formativos.
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