El único problema en este país respecto al teletrabajo era la obsesión por parte de algunas empresas por el presentismo laboral. Llegó el mes de marzo de 2020 y una pandemia sacudió nuestros hábitos y nuestra vida.Trabajar desde casa era la opción para algunos trabajadores.
Al pasar los meses, tanto la organización como la plantilla iban aprendiendo y la productividad no bajó. Al contrario. Pero cuando la fase de desescalada permitió el volver al lugar de trabajo, se aceptó con júbilo por parte de algunos. ¿Por qué? Porque los cambios no gustan, por el temor a no saber gestionar la nueva situación durante más tiempo.
Teletrabajar desde casa uno o dos días a la semana, una excelente decisión
Además de no ser seguro, ¿qué necesidad hay de confinar a un grupo de empleados en un espacio donde no pueden guardar la distancia de seguridad?
Teletrabajar todos los días de la semana, si uno no se organiza bien, puede afectar a otros aspectos (creatividad, motivación...) pero eso se puede solucionar tanto desde la empresa, organizando algún encuentro puntual o por nuestra parte, aprendiendo a desconectar.
Pero trabajar desde casa dos o tres días es el término medio que mejor se ajusta. El contacto con la empresa no se pierde, pero prima más la seguridad y la efectividad al poder rendir sin necesidad de desplazamientos.
¿El nivel de compromiso de pierde con el teletrabajo?
Desde mi punto de vista, no. Sobre todo porque en muchas empresas el teletrabajo ya estaba instaurado. Quien dirige o coordina un equipo de estas características, sabe bien cómo lograr que ese compromiso incluso se refuerce.
Las reuniones interminables por videollamadas no ayudan, por ejemplo. Pero sí un mensaje, un correo o cualquier duda que se pueda despejar hablando con el gerente.
Esas reuniones virtuales que normalmente no acaban con ningún propósito firme, son el ejemplo de todo lo que tenemos que aprender sobre esta forma de trabajar.