El consultor que consulta

El consultor que consulta
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José Luis acudió puntual a la cita. Su teléfono no sonaba desde hacía seis meses. “Tienes una entrevista”, esas tres palabras mágicas le hicieron esbozar una sonrisa, o cuarto y mitad de ella. Se trataba de una oferta que ni recordaba. Era lógico, su currículo lo tenían hasta en el estado de Wyoming. En todo caso, tomó nota de la hora y esperó con ansiedad el correo del consultor. La prueba no la haría la empresa “Señor Paquito” sino una de esas consultoras que deciden si eres válido o no para lo que el sr. Paquito precisa en su negocio.

Sin muchas esperanzas pero con algo de positivismo se dirigió al lugar de los hechos. En la sala, donde hacía un calor terrible, situados en una nave gigantesca de un polígono industrial, tomó asiento y miró a sus competidores. En sus caras no había ninguna sonrisa dibujada, todos parecían estar allí como el que espera el metro. “Cuánta apatía”, pensó y miró al frente. A los cinco minutos apareció una figura vestida de negro: “Me llamo Bartolomé y el señor Paquito me ha encargado que seleccione entre vosotros al mejor community manager que haya dado la Historia”.

El tipo estaba nervioso, se movía mucho y la voz le temblaba. Quiso dar un tiempo para que acudieran los que faltaban pero habían sido más listos, algo habían olido o habían obtenido información privilegiada. Así que mientras se derretían por el calor insoportable en esa improvisada aula, el señor Bartolomé con su vestimenta oscura escribía una suerte de listado, con palabras en inglés, otras en español y con un sentido del espacio en la pizarra nefasto (acabó con las manos llenas de colores de tanto borrar) dio paso a su discurso.

- Hace calor ¿verdad?, preguntó como si no fuera obvio.

-¿Podemos encender el aire acondicionado?, pidió una de las presentes.

-Sí, claro, pero como yo no sé cómo va, te quedas con el mando.

Pasaban los minutos y el señor consultor no arrancaba. La pizarra, escrita en rojo, azul, verde y negro contenía un listado que supuestamente debía cumplir el profesional que iban a contratar, abarcaba muchos campos, pero a fin de cuentas él sabría qué era lo que buscaba.

El consultor que no comunicaba

Comenzó a hablar. De repente, se hizo un silencio, llamémosle valorativo. Probablemente si se explicaba de manera enrevesada era porque el resumen de todos esos conceptos estaba a punto de arribar. Pero no. Cada vez que parecía que los asistentes iban a entender qué hacían allí, él se iba por los cerros de Úbeda, hablaba de su consultora, de un futuro negocio, de accionistas, de ayudantes que saldrían de la universidad y ahí hubo un punto donde la gente, enloquecida bien por el calor (que seguía haciendo) o bien porque no entendían su idioma, optó por marcharse con cuentagotas.

-Perdone, pero no le entiendo y llevamos mucho rato aquí, espetó una chica con decisión.

El señor Bartolomé no se inmutó. Siguió titubeando, utilizando conceptos del tipo: “El tiempo es oro”, ironías de la vida. Dos horas después, los supervivientes de aquella entrevista grupal, en un instante que él salió de la habitación, comenzaron a liberarse lanzando comentarios al aire:

-¿Estoy loca o a este tipo no hay quien le comprenda?

- Llevamos aquí una hora y media larga y ni siquiera sé para qué nos quieren contratar. Además ¿qué es eso de que no sabe qué es un community manager?

- Puede no saberlo pero al menos no añadir a sus funciones cosas que corresponden a otras profesiones

-¿Pero pretende vendernos su consultora o el puesto con el señor Paquito?

- Como no diga algo con sentido común cuando vuelva, me voy

Tras ese desahogo espontáneo, volvió a ocupar su lugar. Escuchó las quejas de los que se habían quedado. Lejos de darse por aludido o aplicar un poco de humildad en su tono, insistió en que era sencillo de entender. Y tras mirar los garabatos de la pizarra intentó resumir el puesto.

Tenéis tres páginas web, que surgen a raíz de una mejora que quiere aplicar el señor Paquito, modernizarse quiero decir, vamos a ayudar a personas de más de cuarenta y cinco años a buscar su sitio en el ámbito laboral, pero para ello, les ofreceremos franquicias, y a su vez hablaremos con las pymes para que ofrezcan cursos a estas personas, claro está que luego nosotros tenemos unas ideas habladas con una institución que nos formará a chicos y chicas expertos en diseño, etc. que trabajarían con el jefe de equipo que sería alguno de vosotros. Pero todo esto os lo explicarán mejor cuando os llegue un correo

Resuma, por favor

Antes de concluir, José Luis, desesperado le preguntó si podía resumir en una frase en qué consistiría el empleo. Ante su pavor y el de los demás, comenzó a hablar de su consultora. Cuando nuestro amigo le aclaró que se refería al motivo por el que llevaban allí dos horas sólo fue capaz de decir: “Es un puesto social, para ayudar a los demás”. El surrealismo no tenía fin.

Ya en la calle se organizó un pequeño debate. Un chico dijo claramente: “si el tipo defendía que el tiempo es oro, yo acabo de perder una fortuna”. Nadie entendía la razón de que una persona ajena a la empresa les hubiera ¿explicado? en qué consistía el trabajo. Las consultoras hacen su función, bien en el 90% de los casos, pero cuando tropiezas con una persona que no conoce al cliente y tiene un sudoku en la mente sin resolver, es inútil que le encarguen una misión como la descrita.

Nuestro amigo José Luis se fue a casa pensando: “oro no he perdido porque no tengo nada, pero me llevo a casa un dolor de cabeza y el gasto en gasolina…, a ese consultor deberían hacerle una auditoría sus jefes o mandarlo al psicólogo

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Imagen| Víctor Ramírez Jr

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