Muchos autónomos sufren para cobrar sus facturas. Es algo recurrente. Siempre hay algún cliente que no te paga, ya sea porque no quiere o porque no puede. Pero cuando entramos en una fase de crisis económica el crecimiento de estos comportamientos crece de forma exponencial. Y el autónomo trabaja y no cobra. Es el peligro de la falta de liquidez en las empresas.
Porque se intenta estirar la cuerda que sujeta el oponente más débil. La empresa no dejará de pagar la luz, no dejará de pagar a un proveedor o tendrá que pagar sus impuestos si no quiere que le embarguen. Si no hay liquidez lo más socorrido es no pagar a un autónomo que ha ejecutado algún trabajo para nosotros.
Muchas veces el autónomo no tiene la capacidad jurídica, un equipo legal que le permite reclamar estos pagos. En otras ocasiones son cantidades pequeñas, por lo que no sale a cuenta los gastos jurídicos de la reclamación de la deuda. Más todavía en caso de que el deudor entre en concurso de acreedores. De esta manera se entra en una espiral muy peligrosa para la supervivencia de muchos autónomos y pymes.
Las pymes a su vez también son víctimas de estas estrategias. Son las empresas de mayor tamaño las que acaban por pagarles tarde. Y esto en momentos de crisis y tensiones de tesorería es un problema. Por eso cuestiones como el código ético para fomentar el pronto pago que esta semana se ha puesto en marcha es tan importante.
Por eso es tan importante que las ayudas que tienen que concretarse en estos días, los 11.000 millones prometidos y la puesta en marcha de los PERTE, que supondrán una importante reactivación económica se pongan en marcha cuanto antes.
Porque no solo las empresas que dependen del turismo, que tienen sus ojos puestos en el verano, necesitan activarse. Hay muchos sectores que han perdido una parte importante de su facturación. Y lograr retornar a los parámetros de 2019 tarde en llegar unos cuantos años.
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