Hace unos años era típico que todos los telediarios abrieran las noticias del día 7 de enero con imágenes de consumidores haciendo cola y avalanchas de gente que salían corriendo al abrir las puertas para hacerse con los chollos y gangas. Recuerdo que un año me sorprendió ver a una cara familiar en esta avalancha de gente, era mi abuela que estaba puntual en la puerta. Y después fue entrevistada por la televisión de turno, para saber que buscaba o por qué le compensaba meterse en esta multitud de gente. Pero mi abuela ya no va a las rebajas.
La realidad es que hoy en día no tenemos más que mirar a nuestro alrededor para saber que la campaña de rebajas ya no interesa. A mi abuela hoy no le compensaría meterse en esa aglomeración de gente solo por un pequeño descuento adicional. Al menos no como lo hacía antes. En primer lugar porque muchas cadenas de comercios tienen descuentos todo el año. Las rebajas ya no son la única oportunidad del año de hacerse con algún chollo.
Pero también se da un cambio en los patrones de consumo. Las tiendas ya no tienen un catálogo que refleje sus productos, la realidad es que el catálogo de las cadenas de tiendas hoy en día está en la web y muchas de estas tiendas se han convertido más en probadores y puntos de recogida de pedidos online. Uno de los motivos de acudir los primeros días a las rebajas era hacerse con tallas que luego escaseaban. Hoy en día mucha gente esto lo hace online, evitándose de esta forma las grandes aglomeraciones.
La realidad es que antes de 2012 estas fechas concentraban el 40% de la facturación anual en el sector textil, que es el que siempre ha aprovechado más este momento. Actualmente ese porcentaje se ha reducido al 20%. La política de descuentos constantes ha hecho mella en el atractivo de esta fecha para los consumidores.
Hay que tener en cuenta que son constantes las campañas de descuentos. La semana de no se quién, el Black Friday, los Outlets que se han instalado en muchas ciudades y donde tenemos productos con rebaja todo el año. Y esto afecta sobre todo al pequeño comercio por diferentes motivos.
Por un lado porque hay menos gente en la calle. Y los pequeños en muchos casos el mejor gancho que tienen es su escaparate. Por lo tanto tienen menos posibilidades de deshacerse de ese stock de productos que no han vendido en la temporada de invierno. Por otro lado no pueden hacer unas rebajas tan agresivas como las grandes.
No compran por volumen haciendo que el precio de compra sea más bajo. No pueden reducir su margen de beneficio porque no venderán miles de artículos que lo compensarán. Todo esto les deja en una posición muy débil al pequeño comercio para poder competir. Su única opción es fidelizar clientes por encima de todo, que su base de clientes sea cada vez más ancha y tratarlos como si fueran únicos. Un tipo de atención que jamás podremos tener en la tienda online o en grandes superficies.
Imagen | Daniel Lobo