Trabajar para vivir o vivir para trabajar

Trabajar para vivir o vivir para trabajar
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Posiblemente no es el mejor momento para hacerse esta pregunta teniendo en cuenta que, a pesar de los esfuerzos, en muchas ocasiones los autónomos no pueden permitirse el lujo de escoger horarios, pero ahondando en el debate sobre la productividad contra la sobreactividad, muchos emprendedores todavía tienen como razón de peso la flexibilidad de horarios a la hora de decidirse por el auto-empleo.

Hartos de horarios interminables, ansiosos por dar un giro a su vida o por pasar más tiempo con la familia, muchos emprendedores renuncian a la estabilidad de su puesto de trabajo por dedicarse a lo que realmente les gusta y, sobre todo, por conciliar vida familiar y laboral. Los horarios de trabajo en España no son precisamente muy proclives a favorecer esta conciliación pero la independencia laboral en algunos casos, ya que estas condiciones no son asimilables a todos los sectores, abre la puerta a intentarlo.

Las nuevas tecnologías son una ventaja, un profesional puede estar una tarde en el parque con sus hijos y atender a llamadas y correos electrónicos. Esa misma persona puede estar trabajando por la noche en su casa y dejar todo listo para el otro día y dedicar a mañana siguiente a llevar a sus hijos a la revisión del dentista. Esa flexibilidad supone productividad, poder estar con sus hijos de cinco a ocho y dedicar horas a la empresa después de cenar, con el incentivo, claro, de que ese tiempo se lo dedicas a algo tuyo.

Pero además es una motivación, salir de la rutina, hacer lo que a uno le gusta, tener tiempo para la familia y el ocio y además obtener unos ingresos suficientes para vivir. Controlar su propia agenda, no poder quedar mañana con un cliente por un motivo personal y posponerlo para pasado mañana es problema, mientras que cuando uno trabaja para otros parece que se acababa el mundo.

Pero cuidado, no siempre todo es color de rosa. Las jornadas de ocho horas del empleado son una utopía para el autónomo, la flexibilidad no está reñida con la dedicación. Las jornadas de doce horas diarias son muy habituales y después de estar cinco o seis horas trabajando por la mañana y en el parque por la tarde es fácil que trabajar después de cenar suponga estar hasta las dos o tres de la mañana o pasarse la mañana del domingo adelantando trabajo o poniendo al día el retrasado.

Por supuesto este modelo no sirve para el autónomo que se pasa doce o trece horas detrás de la barra de su bar o en su comercio que abre ocho horas y luego tiene que quedarse un par más colocando mercancía. Pero abogados, informáticos o economistas, entre otros, si pueden tener esta ventaja.

El auto-empleo puede ofrecer esta opción, uno, llegado a este punto, pueder plantearse esta posibilidad, renunciar a la estabilidad de un empleo fijo trabajando para otros o incluso decidirse a ganar menos a cambio de esa flexibilidad. Tristemente en otras circunstancias, es imposible disfrutarla.

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