Hoy ocupaba la portada de uno de los periódicos locales en Alicante, la nieve, el frío, la lluvia y la historia de un chico que se ha pasado ocho años estudiando y formándose, para terminar en Alemania. Pero no, no para trabajar "de lo suyo": Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos e Ingeniero en Obras Públicas, sino en un supermercado en Múnich que le ofrece dos años de contrato. Con veintiséis años, admite que se ha marchado porque no podría trabajar de camarero en España.
Resulta comprensible porque ocho años son muchos, es una gran inversión en todos los aspectos. Lo que me ha llamado la atención es que en ese supermercado cuentan con otros siete jóvenes también españoles y con carreras universitarias. La empresa les paga un curso para que aprendan el idioma. En este caso al protagonista del diario le servirá como un repaso ya que domina el alemán por su estancia en Berlín como Erasmus. Sí, este joven se marcha a emprender en un supermercado.
Aquí ni siquiera se molestaban en contestar cuando escribía un correo a alguna empresa adjuntando su currículum. Lo cual como ya hemos visto en otras ocasiones es bastante habitual. Viendo que no había trabajo de ningún tipo, decidió que debía salir de su ciudad y del país. Resulta llamativo que en España se forme a buenos profesionales que probablemente terminarán trabajando en su sector pero en otro lugar.
Cuestión que lleva a la pregunta y reflexión: ¿qué beneficio obtiene el Estado al formar a sus estudiantes? Creo que las universidades debieran estar más en contacto con el mundo empresarial, y que ambas trabajaran al unísono.
Resulta curioso que en la universidad, le repitieran tanto a él como a sus compañeros que su carrera era una de las que más expectativas tenía de futuro. Obviamente no era así, ni cuando comenzó sus carreras ni durante la etapa de estudio. Tal vez sea un caso más, pero a mí me ha impactado la mezcla de enfado e ilusión que desprendían sus palabras. Ilusionado por marcharse de nuestro país, de comenzar una carrera profesional, aunque no sea como ingeniero.
Estar en Alemania, hablar el idioma y sentirse reconocido y valorado es ya para él un premio, un aliciente, la esperanza de un futuro mejor que en nuestro país no iba a encontrar, puesto que ya lo ha recorrido de norte a sur sin haber logrado una entrevista de trabajo. Emprender, el verbo de moda y escrito millones de veces al día, no siempre va de la mano de una aplicación para el móvil.
Emprender también es hacer la maleta, dejar a la familia y a los amigos y abandonar la famosa zona de confort. Nadie se muere por esto, los españoles conocemos bien lo que significa emigrar, pero aunque no se debe caer en la idealización ni tampoco en la comparación, a mí personalmente me parece llamativo que un supermercado te ofrezca aprender el idioma corriendo con los gastos. Una prueba de respeto hacia el trabajador y una inversión. Aunque obviamente nosotros somos "mejores" y ganamos a los alemanes en sol, deportes, sentido de humor y... paro.
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