Así descubrí este verano que el teletrabajo no es el chollo que yo pensaba
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Así descubrí este verano que el teletrabajo no es el chollo que yo pensaba

No parecía mala idea. Este verano en lugar de mandar a la familia de vacaciones y tener que quedarme en mi ciudad, me marcharía con ellos y utilizaría el teletrabajo para compartir más tiempo juntos. Al fin y al cabo tanto mi actividad, trabajando desde un ordenador, como mi empresa me lo permitían. Pero no todo es tan sencillo, y así descubrí este verano que el teletrabajo no es el chollo que yo pensaba.

En verano hacemos jornada reducida, por lo que trabajar siete horas desde la casa que teníamos alquilada en verano no parecía una mala idea. Si me despertaba un poco más pronto de lo habitual, y teniendo en cuenta que no perdía el tiempo en desplazamientos la cosa podría funcionar.

Las cosas no son tan fáciles como parecen

La realidad luego se empeño en romper este plan perfecto. Para comenzar la conexión a Internet fue el primer impedimento. Me podía olvidar de una banda ancha de calidad y la conexión a través del móvil aunque funcionaba en muchos momentos del día se saturaba y era insufrible. Las tareas se dilataban y podía pasar mucho tiempo simplemente para pasar de una pantalla a otra.

A pesar de levantarme pronto, sobre las 6 de la mañana, solo tenía tres horas buenas. A partir de las 9, la velocidad de la conexión bajaba de forma progresiva. También se levantaba mi familia, por lo que mi capacidad de concentración disminuía de forma drástica. Es difícil concentrase si trabajas en una sala común, con todo el mundo pasando por delante de ti.

Trabajar desde casa me dejaba la sensación de estar todo el día pendiente del trabajo

Al final tomé la determinación de hacer jornada partida alargar el primer turno hasta las 10 y después disfrutar de la mañana con la familia. Claro que esto me obligaba a trabajar por las tardes, a partir de las tres y media, cuando todos estaban más o menos tranquilos. Estas tres horas se hacían algo pesadas, pero me organizaba para hacer esas tareas más repetitivas que no necesitaban de tanta frescura mental. Visto con perspectiva fue un error.

En muchos casos generaba problemas de coordinación con el resto de la empresa. Porque mientras otros trabajaban, yo descansaba y viceversa. La horquilla en la que ambos coincidíamos era solo de dos horas a primera hora de la mañana. Esto provocaba que en muchos momentos del tiempo de descanso recibiera llamadas, tuviera que responder correos desde el móvil y en definitiva que no desconectara.

Ni conciliación, ni vacaciones, solo trabajo

Como después de comer me costaba ponerme en marcha no era raro que la jornada se alargara hasta las siete de la tarde o algo más. A poco que la conexión a Internet fuera más lenta de lo ya habitual, la cosa se podía prolongar mucho más de lo deseado.

La sensación es que estaba todo el día trabajando, madrugando mucho más de lo que haría si estuviera en la oficina y acabando mucho más tarde. Estaba con la familia, pero muchas veces más en cuerpo que en espíritu, puesto que me tenía que ocupar de temas laborales.

La oficina en mi lugar de descanso

Estuve valorando ir a trabajar a un coworking que encontré en una ciudad cercana a mi residencia de verano. Pero esto tenía algunos inconvenientes. Me tenía que desplazar, pero también ajustar a unos horarios concretos, ya que no abrían hasta las 8 de la mañana.

Fue una solución que utilicé en un par de días concretos, en los que de forma inesperada el volumen de trabajo aumentó, y sabía que en casas iba a ser complicado sacarlo adelante. La conexión a Internet de calidad y un espacio de trabajo sin interrupciones constantes fueron de gran ayuda. También al trabajar en el mismo horario que el resto de la empresa, la coordinación mejoró.

La realidad es que después de esta experiencia trabajar desde casa no me parece algo tan apetecible como antes. Cierto que una vez acabada la jornada podía estar con mi familia, pero no dejas de estar trabajando. Para mejorar la experiencia es fundamental tener en cuenta la infraestructura con la que contamos, pero también que tenemos que cumplir un horario.

Imagen | Kusha

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