Bernardos advierte: muchos trabajadores mayores ya no pueden más, pero no todos los empleos permiten parar

Bernardos Advierte Muchos Trabajadores Mayores Ya No Pueden Mas Pero No Todos Los Empleos Permiten Parar
Sin comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
javier-ruiz

Javier Ruiz

“El gran problema es que gente de 55, 56 o 57 años te dice que está harta de trabajar, que ya no puede más y quiere jubilarse”. Con estas palabras, el economista Gonzalo Bernardos vuelve a poner el foco en una realidad cada vez más evidente: la fatiga laboral entre los trabajadores mayores no es una excepción, sino una tendencia creciente que afecta a la sostenibilidad del sistema productivo y al futuro del empleo.

Y no es solo una impresión. En los próximos 25 años, España perderá 2,6 millones de personas en edad laboral por culpa del envejecimiento demográfico, según el último informe de Randstad Research y, a la vez, exigirá más y más dedicación laboral (durante más tiempo) a los futuros pensionistas, pese a la imposibilidad de mantener funcionando con unas prestaciones similares el sistema de pensiones.

Cambios demográficos

Más del 26 % de la población activa en España tiene más de 55 años, y esta cifra no deja de crecer. Según el INE, representan ya uno de cada cinco trabajadores. Sin embargo, la prolongación de la vida laboral no siempre va acompañada de buenas condiciones, ni de salud física o emocional para afrontarla.

La OIT considera “trabajador mayor” a quien supera los 55 años, y distintos estudios, como el publicado recientemente por Funcas, advierten de que los riesgos psicosociales aumentan significativamente en este tramo de edad. En concreto, cuando hay una baja autonomía sobre el ritmo de trabajo, presión constante o tareas monótonas y poco gratificantes.

Cansancio, frustración y burnout

Los síntomas se repiten: fatiga crónica, insomnio, dolores musculares, frustración y desapego emocional. El conocido como “síndrome del trabajador quemado” (burnout) afecta ya al 43 % de los mayores de 55 años, una cifra muy por encima de la registrada entre los trabajadores más jóvenes.

Esta situación tiene un impacto directo en la salud. Según datos de la Seguridad Social, el número de bajas laborales por ansiedad, estrés o agotamiento ha crecido más de un 30 % entre trabajadores de más de 50 años en los últimos cinco años.

La situación no es coyuntural. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) estima que el gasto en pensiones pasará del 14,6 % al 16,1 % del PIB entre 2022 y 2050. Si no se introducen reformas estructurales, España podría alcanzar un déficit fiscal del 7 % del PIB y una deuda pública del 149 % en ese horizonte.

Horizontes de déficit

Las cifras del propio sistema también hablan por sí solas. En 2024, el déficit contributivo (lo que se recauda en cotizaciones frente a lo que se paga en pensiones) alcanzó los 30.000 millones de euros. El fondo de reserva de la Seguridad Social (la conocida como “hucha de las pensiones”) cerró el año con solo 9.300 millones de euros. Apenas alcanza para cubrir una mensualidad, cuando el gasto mensual supera ya los 13.500 millones.

Así, si bien las cotizaciones sociales han aumentado (un 7,2 % en 2024), el sistema sigue tensionado. Parte de este incremento se debe al Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI), que ya genera más de 3.700 millones al año, pero que sigue sin ser una solución estructural.

¿Trabajar hasta los 70?

Con este escenario, Bernardos lanza una advertencia que no pasa desapercibida: España podría acabar replicando el modelo danés, donde la edad de jubilación se elevará hasta los 70 años en 2040. Nuestro país, en cambio,  ya ha previsto un aumento progresivo (66 años y 8 meses en 2025, hasta los 67 en 2027), pero las presiones demográficas y fiscales podrían forzar más cambios.

La única alternativa real —según Bernardos— sería un salto productivo muy significativo gracias a la inteligencia artificial. No obstante, incluso con avances notables, el economista duda que sea suficiente para sostener el sistema: “Aunque lo haya, dudo muchísimo que sea suficiente como para pagar las pensiones públicas.”

¿El problema principal? En sectores como el transporte, la construcción o la hostelería, los riesgos se agravan. Dos tercios de los transportistas fallecidos en accidentes laborales en 2023 tenían más de 55 años, según datos de la Fundación Laboral de la Construcción y asociaciones del sector.

La evidencia es clara: trabajar más allá de los 55 sin adaptar las condiciones laborales es insostenible. Las empresas, y especialmente las pymes, tienen ante sí un reto urgente: garantizar entornos saludables y sostenibles para los trabajadores sénior.

Esto implica revisar turnos, ofrecer mayor flexibilidad, reducir cargas físicas y fomentar la participación en la toma de decisiones. También es clave evitar la sobrecarga cognitiva y ofrecer tareas con sentido para mantener la motivación.

Además, algunos expertos proponen planes personalizados de transición hacia la jubilación, con tareas de mentoría o acompañamiento a nuevos empleados. Medidas que no solo cuidan a quien más experiencia tiene, sino que ayudan a retener talento y mejorar el clima laboral.

Sin embargo, hay un escollo enorme. ¿Y si no hay relevo generacional? ¿Y si este es notablemente escaso? ¿Hasta qué punto estas medidas son viables en todos los puestos de trabajo?

El reto de jubilarse

Detrás de esta fatiga también hay un problema social. “¿Y después, qué hago?” es una pregunta habitual entre quienes están cerca de dejar la actividad laboral. Muchos trabajadores mayores reconocen que no tienen un plan de jubilación, ni económico ni vital, y temen pasar de ser útiles a invisibles.

En palabras de Bernardos, esto es “una bomba de relojería”. El economista ha puesto el acento en la falta de realismo: jubilarse a los 55 años no es posible en el actual marco económico.

Además, alerta de otro fenómeno que tensiona el sistema: el cambio generacional en las expectativas. En su opinión, los jóvenes priorizan el tiempo libre y la calidad de vida. Valoran el teletrabajo y tener libres los viernes por la tarde más que el plan de carrera. Algunos, incluso, se resignan a depender económicamente de sus padres si eso les permite mantener un estilo de vida determinado.

Por descontado, también puede ser una oportunidad para revisar cómo tratamos a quienes más han aportado puede ayudarnos a construir un modelo laboral más humano, más flexible y sostenible. La pregunta clave es: ¿tenemos las herramientas para conseguirlo?

Inicio