El coste de la vivienda vacía las ciudades de talento. Así está afectando a pymes, startups y trabajadores cualificados

El Coste De La Vivienda Vacia Las Ciudades De Talento Asi Esta Afectando A Pymes Startups Y Trabajadores Cualificados
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Javier Ruiz

Si alguien piensa en nuevas oportunidades laborales, Madrid, Barcelona, Valencia o San Sebastián son destinos que se le vienen a la cabeza. Pero ¿qué pensarías si te digo que cada vez más trabajadores jóvenes se ven obligados a abandonar estos lugares?

Pese a ser sede de grandes empresas, inversión extranjera, ecosistemas innovadores y alta demanda de profesionales, algo está cambiando, y el principal motivo no es el empleo, sino el precio de la vivienda. No poder permitirse un techo bajo el que descansar, o pagar un coste desorbitado que no compensa el esfuerzo laboral.

Mercado laboral, sin vivienda

Según datos del portal Idealista y del INE, el coste del alquiler se ha disparado un 45 % en la última década, con subidas de hasta el 80 % en algunas zonas urbanas. Hoy, el alquiler medio en ciudades como Madrid o Barcelona roza (o supera) los 1.200 euros mensuales, lo que representa más del 50 % del salario medio de un trabajador menor de 35 años.

Esta situación estrangula la capacidad de ahorro, incrementa la rotación laboral y dificulta la fidelización del talento por parte de las empresas.

El encarecimiento de la vida urbana está redefiniendo el mapa del talento. Pymes tecnológicas, estudios creativos y empresas emergentes se ven obligadas a competir no solo por salario, sino por ofrecer condiciones de vida viables.

Según Genbeta, cada vez más compañías reconocen que les cuesta atraer y retener perfiles especializados si no pueden ofrecer soluciones habitacionales, teletrabajo o planes de movilidad. Puede parecer evidente, pero como mencionaban varios testimonios en El Mundo: "Si te pagan 1.800 euros de sueldo y te piden 1.200 euros de alquiler, es imposible".

En ciudades como Palma, Málaga o Barcelona, la presión turística y la proliferación de alquileres de temporada han reducido drásticamente la oferta para residentes. El resultado es un mercado distorsionado, donde muchos trabajadores acaban marchándose a localidades periféricas o directamente abandonan la ciudad, dificultando aún más el acceso al talento para las pequeñas empresas.

Empresas atrapadas, ciudades inasequibles

En este escenario, no solo sufren los trabajadores (aunque sería muy irrespetuoso decir que no son los principales perjudicados, pues lo son). Muchas pymes reconocen que ya no pueden permitirse mantener su plantilla en las grandes capitales, ni asumir el coste que supone la rotación constante o la pérdida de personal por motivos de vivienda.

En sectores como el diseño, la comunicación, la hostelería o la programación, el nivel de rotación ha aumentado un 20 % en los últimos tres años. Algunas empresas han intentado ofrecer incentivos (ayudas al alquiler, trabajo híbrido o relocalización), pero no todas pueden competir con las grandes compañías que dominan el mercado urbano. Para muchas pequeñas y medianas empresas, el coste de operar en las grandes ciudades ya no compensa sus ventajas históricas. A diario, hay menos personas dispuestas a dejar gran parte de su salario en un alquiler y en una calidad de vida que ni siquiera se ve reflejada en el ahorro o el bienestar familiar.

Este cambio de paradigma está afectando también al empleo público: profesionales sanitarios, docentes y empleados de servicios esenciales evitan algunas capitales por la imposibilidad de vivir dignamente en ellas.

Un desafío estructural

Si bien el Gobierno central y los autonómicos han aprobado medidas como el tope al precio del alquiler o incentivos fiscales para movilizar vivienda vacía, los expertos coinciden en que el problema es de oferta estructural, sobre todo, en lo que se refiere a encontrar alquiler asequible y protegido.

Sin vivienda accesible para la clase media, los salarios seguirán perdiendo poder adquisitivo… y las pymes seguirán perdiendo talento. Por otro lado, la movilidad geográfica se ha convertido en un privilegio, no en una herramienta de desarrollo profesional. Si en el pasado emigrar a la ciudad era una forma de progresar, hoy supone un esfuerzo económico y emocional que muchas personas no están dispuestas a asumir.

Sin inversión pública, cualquier política de desarrollo territorial estará condenada al fracaso, recogen la mayoría de los medios. España no solo está perdiendo talento, sino competitividad, innovación y capacidad emprendedora.

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