Imagina que un día estás trabajando y un vecino se te presenta en tu empresa. Te pide un gran favor. Que le lleves a los niños al colegio. Imagino tu cara ahora. Su expresión. ¿Es una broma? Mis clientes me esperan, tengo cantidad de trabajo por hacer y quizás luego una reunión.
A nadie, en su sano juicio se le ocurre plantarse en la oficina de un amigo o de un vecino (que no es lo mismo) y pedirle semejante cosa. Por una razón sencilla, es absurda. Pero si tú trabajas en casa, sabes que a veces tu existencia es surrealista. Cada día es el día de la marmota porque tienes que recordar que no juegas al Candy Crush a tu entorno, sobre todo a esos seres llamados vecinos.
Trabajo en casa, merezco un respeto
Al menos es lo que tratamos de reivindicar desde aquí regularmente, pero olvidaos aún quedan muchos lustros hasta que las amigas de tu madre, los de tu padre y algún compañero del colegio que no te ve desde hace veinte años, comprenda que tú también trabajas. Sí, aunque tu despacho esté en tu hogar.
1. No me toques el timbre que me conozco y viceversa
El trabajador que realiza su labor desde casa también tiene unos objetivos que cumplir, e incluso un horario. Esto lo no lo sabe el cartero, el comercial que llama para que te cambies de compañía...
¡Pero tu vecino sí! Y no le importa. Piensa que te pones ropa cómoda y vives muy bien porque si hace frío la pasas en casa trabajando, no como él que se hiela. Por lo que no es raro que te pida el favor de llevar a su hijo al colegido. ¿Cómo? ¡Si yo no tengo ni hijos! ¿Por qué habría de llevar al tuyo? Trabajo en casa, no tengo quince años.
2. Si van a hacer obras en la escalera, no me deis el título de presidente sin votar
El pintor tiene que venir mañana. Cosas que ocurren cuando se decide al cabo de una década en una comunidad de vecinos. Muy bien, perfecto. Pero resulta, que como tú estás en casa (otros también pero están con sus cosas) eres el candidato ideal para bien temprano abrirle la puerta. Controlar si necesita cualquier cosa. Darle conversación si inicia una porque eres educado. El nivel de estrés empieza a elevarse.
3. ¿Me puedes mirar esto en el ordenador, como trabajas en casa?
Informáticos, diseñadores, programadores, redactores, así hasta el infinito saben de qué va esa pregunta. Y no pasa nada, pero por favor, no me la formules cuando estoy trabajando. ¿Acaso voy yo a tu peluquería a que me peines gratis porque somos vecinos? No. La delgada línea roja entre un favor y realizar un trabajo de esos de 'cinco minutos' es transparente no delgada.
4. Qué bien vives
Antes de pronunciar esa frase, tómate unos segundos. Reflexiona. ¿Trabajar en casa es vivir bien? No. Es una elección o una posibilidad. Tiene sus pros y sus contras. Pero madrugamos al igual que tú, surgen problemas laborales, reuniones, dolores de cabeza y hay que hacer un soberano esfuerzo para decir basta, y no trabajar desde que te sientas delante del ordenador a las 8 de la mañana.
5. Algún día encontrarás un trabajo de verdad, ánimo.
Aquí es cuando normalmente un trabajador desde casa, estalla. O bien le da la risa, que es lo recomendable o bien acaba detallando su horario y todo lo que hace a lo largo del día. Acudir a una empresa a calentar una silla no implicar ser un trabajador. Lo que cuenta son los resultados y las ganas e ilusión que sientas hacia tu profesión, y desde casa esas dos sensaciones no se difuminan.
El humor es la mejor herramienta para solucionar estos conflictos domésticos
Desde aquí todo el ánimo y kilos de humor para quien desempeñe su labor profesional desde su despacho ubicado en su entrañable hogar. Tal vez no te comprendan, pero no estás solo, somos muchos los que a diario nos identificamos con Omar McLeod, el campeón en la prueba de 100 metros vallas.
Quizás no seamos olímpicos jamás, pero hemos desarrollado algo que es vital en cualquier trabajo: la paciencia. Una virtud que nos llevará lejos, porque queda mucho por aprender en esta sociedad sobre el teletrabajo. Ánimo.
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