No es nuevo, pero sí está ahora mejor documentado. Los menores de 40 años en España son, de forma clara y medible, más pobres que sus padres a la misma edad.
La brecha patrimonial se ha abierto tanto que, según un reciente informe de Esade, los nacidos a partir de los 80 tienen 75.000 euros menos de riqueza neta que los nacidos en las décadas anteriores.
La situación no es solo una cuestión generacional o de percepción. Tiene causas económicas profundas y consecuencias sociales palpables. La posibilidad de que el ascensor social funcione para los millennials parece hoy más una excepción que una regla. Y como alternativa, queda solo una opción b: esperar una herencia, si es que llega.
Un descenso patrimonial medido en decenas de miles de euros
El informe es claro: los menores de 40 años acumulan mucho menos patrimonio que las generaciones anteriores. Los millennials son más pobres que sus padres en términos de riqueza neta, salarios reales, y sobre todo en posibilidades de acumulación futura.
Las condiciones laborales actuales impiden ahorrar a una proporción significativa de jóvenes. Más de la mitad del salario medio se destina a pagar el alquiler en ciudades como Madrid o Barcelona, una situación que no solo compromete el día a día, sino que imposibilita la creación de patrimonio a medio y largo plazo.
Salarios estancados y vivienda inalcanzable
El sueldo medio de los menores de 40 no ha crecido al mismo ritmo que el de la vivienda ni que la inflación. Con salarios que rondan los 1.400 o 1.500 euros netos mensuales, se enfrentan a precios de alquiler que superan los 800 euros en las principales ciudades. La ecuación es simple: si los millennials son más pobres que sus padres, es porque cada mes empiezan con la mitad de su ingreso ya comprometido.
Este desequilibrio entre ingresos y vivienda es uno de los factores clave que ha roto el ciclo de emancipación y acumulación patrimonial. El acceso a la vivienda en propiedad, que era norma entre los boomers, es ahora una meta lejana para gran parte de los trabajadores menores de 40.
Comparativa con la generación boomer
En los años 80 y 90, el acceso a la propiedad era viable incluso con un solo salario. La relación entre el precio de la vivienda y el sueldo medio permitía a muchas familias comprar su hogar antes de los 30. Hoy, esa posibilidad ha quedado reservada a quienes pueden contar con ayuda familiar o a quienes tienen salarios por encima de la media, una minoría.
Una emancipación que se retrasa indefinidamente
El retraso en la emancipación es otra de las consecuencias visibles de este empobrecimiento estructural. En España, la edad media de emancipación supera ya los 30 años, una cifra que contrasta con la realidad de hace solo dos décadas, cuando la independencia residencial llegaba a los 25 o 26 años en promedio.
Este retraso no es una cuestión cultural, sino eminentemente económica. La falta de estabilidad laboral, los bajos sueldos y la imposibilidad de acceder a vivienda propia explican por qué los millennials son más pobres que sus padres, incluso si tienen una formación académica superior.
El ascensor social está averiado
La idea de que el esfuerzo se traduce en progreso económico ha dejado de ser una garantía para esta generación. Muchos millennials han cumplido con todas las "recetas" que se les enseñó :estudiar, especializarse, trabajar duro, pero el resultado es una situación patrimonial peor que la de sus padres.
La brecha patrimonial intergeneracional ya no es solo una cuestión de desigualdad futura, sino de desigualdad presente. Y esto tiene implicaciones directas en las oportunidades, en la salud mental y en las expectativas vitales de una generación que, a menudo, vive al día.
La carga fiscal y las cotizaciones, otro frente abierto
Los salarios de los jóvenes no solo son bajos, sino que están sujetos a una elevada carga impositiva. Las cotizaciones sociales y el IRPF absorben un porcentaje considerable del ingreso, lo que limita aún más la capacidad de ahorro.
En comparación con otros países europeos, la carga fiscal sobre el trabajo en España penaliza especialmente a los ingresos medios y bajos, lo que afecta directamente a los jóvenes trabajadores. Esta situación refuerza el círculo vicioso donde los millennials son más pobres que sus padres, no por falta de esfuerzo, sino por un sistema que no les favorece.
Además, estos trabajadores están cotizando a un sistema de pensiones que probablemente no les garantice una jubilación digna. La sostenibilidad del sistema, puesta en duda por varios informes, aumenta la percepción de que se está contribuyendo más de lo que se recibirá en el futuro.
La opción B: heredar (si es posible)
Ante este panorama, la acumulación de patrimonio por vía propia parece cada vez más inalcanzable. Para muchos jóvenes, la única posibilidad real de mejorar su situación financiera es recibir una herencia.Pero esta alternativa no es universal y depende directamente de la situación económica de sus familias.
La dependencia de la herencia para cerrar la brecha patrimonial no hace más que perpetuar la desigualdad. Los que más tienen, seguirán teniendo más, y quienes no pueden contar con ese respaldo económico, quedarán relegados a una lucha constante sin posibilidad real de ascenso.