A raíz de lo sucedido con el desgraciado accidente de la fábrica de Campofrío en Burgos, es fácil empatizar con personas que llevaban años desarrollando su labor en la misma empresa. Por otro lado, cuando existen millones de españoles que o bien se encuentran en situación de desempleo, o no logran sumar más de unos meses en una empresa, lo ves desde otra perspectiva.
Se ha instalado una moda que es similar a "no te quejes si tienes un empleo", y además de injusto no tiene sentido. Cuando tienes la suerte de llevar más de una década en una organización, quedarte sin trabajo es duro. ¿Qué hacer? ¿Cuál es el siguiente paso? Tras el despido aparecen muchas preguntas y la incertidumbre.
No pretendo insinuar que buscarse la vida dejando currículums, trabajando unos meses, en ocasiones con contratos ridículos y que rozan lo ilegal sea positivo, pero sí te hace menos inmune a las etapas que se cierran, porque de hecho, cada año comienza una diferente.
Esta sensación la conocen quienes emprenden, quienes arriesgan y abren un negocio propio sin saber, a pesar de haber pensado y planteado la mejor de las estrategias, si todo saldrá bien. Si el año próximo seguirán en activo su proyecto y con él, su sustento.
No paramos de recibir conceptos como el de "el trabajo para toda la vida ha desaparecido", pero es fácil decirlo y difícil de asumir para quien lleva toda su vida acudiendo a su fábrica, oficina, etc. sin plantearse otra cosa. Entiendo que es una 'bofetada', que no es tan sencillo empezar de cero.
Encuentras mil y un consejos sobre cómo arreglar papeles, llegar a un acuerdo con el gerente, pero tas esos momentos aparece una soledad para la que nadie te ha preparado.
Es el momento de pasar página y descubrir qué podemos aportar, qué sabemos hacer y sobre todo, no olvidar que somos válidos, a pesar de que una empresa haya decidido prescindir de nuestros servicios.
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