Hace tres o cuatro años, cuando planteabas en muchas empresas ampliar la red con un punto de acceso inalámbrico una de los criterios en contra de esta cuestión era la seguridad. La red WiFi, al transmitir por un medio compartido como el aire, se consideraba más insegura que una cableada, y no se fiaban a pesar de sus ventajas. Hoy en día las empresas cambian de opinión respecto a la seguridad del WiFi.
Y no porque haya salido un nuevo protocolo de cifrado para la transmisión de la información entre el emisor y el punto de acceso. Sino más bien obligados por la necesidad de vivir en un mundo hiperconectado, donde cada día son más los dispositivos conectados de forma inalámbrica a la LAN.
Si hace unos años ampliar la red vía WiFi significaba dotar a los equipos de sobremesa con una tarjeta de conexión inalámbrica, además del punto de acceso. Mucho más económico que cablear. Sin embargo, también vivíamos un momento económico distinto y se optaba por la red cableada.
Hoy en día el WiFi no es una necesidad, sino que más bien es una exigencia. Y el argumento de la seguridad, y el medio compartido de transmisión de la información ha quedado en un segundo plano. Teléfonos móviles, portátiles, tablets, son cada vez más habituales en las empresas y el WiFi su medio natural de conexión.
Por eso es importante disponer de un buen punto de acceso WiFi, que podamos gestionar de manera adecuada. Nos dará una capa de seguridad extra, además de una calidad de conexión móvil adecuada al número de conexiones recurrentes para las que está pensado este punto de acceso.
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