Jóvenes millonarios y el riesgo de banalizar el éxito empresarial en Internet

Jóvenes millonarios y el riesgo de banalizar el éxito empresarial en Internet
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Ha vuelto a suceder. Un genio adolescente se ha hecho rico gracias a una herramienta creada con apenas 15 años y como una forma de investigar. 23 millones de euros le ha pagado Yahoo a Nick D´Aloisio por Summly. Y otra vez llegan los mismos mensajes sobre lo fácil que es ‘fabricarse su propio trabajo’, sobre lo sencillo que es protagonizar alguna de esas historias con tan sólo un ordenador y tiempo.

Confundir el hecho de que hoy la tecnología sea más accesible que nunca con que un ordenador y buenas ideas sean suficientes es peligroso. No porque no se pueda cumplir en las excepciones, sino porque se traslada una imagen que, a la postre, es irreal. Porque ni todos los programadores acabarán vendiendo sus aplicaciones por decenas de millones de euros, ni todos los informáticos construirán una red social que valga 100.000 millones de euros al salir a Bolsa, ni todos los ingenieros desarrollarán un buscador que hoy mueve miles de millones de euros.

No se trata, ni mucho menos, de cortar las alas a nadie que quiera perseguir su sueño. Sólo de recordar que casos como el de Zuckerberg, el de los creadores de Google, el de Steve Jobs o el del propio Nick D´Aloisio son excepciones geniales, detrás de las que hay mentes irrepetibles y que demuestran que se puede conseguir, pero no que todo el mundo lo conseguirá. Muchos son los factores que confluyen en el éxito o el fracaso en Internet y entre ellos siempre están la constancia, el afán de superación y una tecnología cada vez más accesible. Pero también están la brillantez de las ideas, la enorme capacidad y una pizca, aunque sea pequeña, de suerte.

Que un chico de 15 años diseñe y programe una aplicación móvil que, según la opinión de un buen puñado de expertos de una gran compañía como Yahoo y de acuerdo con un mercado que a veces da señales de estar en una burbuja, vale millones de euros es una maravillosa excepción. Es un caso inspirador, motivador, que puede despertar las ganas y encender la bombilla del talento. Puede (y debe) ser el espejo en el que se miren muchísimos jóvenes que hoy ven truncadas sus oportunidades y que quieran intentarlo. No hay duda alguna.

Pero sí que hay que advertir que en esta lista de 10 historias similares, recopiladas hoy por La Vanguardia, sólo están los elegidos. Aspirar a llegar a esa lista es legítimo y magnífico. Pero trasladar que con constancia, trabajo y un ordenador se puede entrar en ese club de los ‘elegidos’ no es justo porque puede generar mucha insatisfacción ante el fracaso. ¿Pensar en grande? Por supuesto. Pero con los pies en la tierra y sin obviar las enormes dificultades para alcanzar el éxito empresarial.

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