Cuando nos disponemos a proveer a un cliente un determinado bien o servicio, entre otras cuestiones acordamos la forma de pago, pero en ocasiones, por diversas cuestiones entre las que se destacan las consecuencias de la propia crisis económica, muchas empresas se han de enfrentar a los impagos de nuestros clientes.
Llegada esta situación se nos plantea una tarea compleja, especialmente si se trata de una pequeña empresa, el hecho en cuestión viene de la mano de un cliente de muchos años y se puede poner en peligro el futuro de la propia relación comercial.
En estos casos, resulta muy conveniente la prudencia, ya que no soy partidario de actuar con toda la artillería, dando la posibilidad de negociar con nuestro cliente la ampliación de los plazos, la introducción de carencias, o incluso realizar alguna quita, que sin lugar a dudas perjudica a nuestra empresa, pero que presenta dos ventajas respecto a la reclamación ordinaria. La mayor probabilidad de recuperar la cuenta, y en segundo, continuar con la relación comercial (máxime cuando se trata de uno de los clientes que nos hace la mayor parte de la facturación).
Evidentemente, la estrategia a seguir dependerá de cada caso, ya que debemos tener la seguridad de que podemos confiar en nuestro cliente, porque de no ser así, no tendría ninguna utilidad esta forma de proceder, ya que podríamos introducirnos en un pozo sin fondo en el que podríamos hundir la 'salud financiera' de nuestra empresa.
En Pymes y Autónomos | El riesgo reputacional de clientes puede arruinar nuestro negocio
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