Cliente: nos sobran los motivos


Cada uno hace en su empresa lo que quiere y este post no es un consejo, vaya por delante que luego no quiero tiritas de moralina ni que me crucifiquéis por malvado y perverso. Una vez hecho un disclaimer en el cual insisto si tienes problemas cardíacos o moralina galopante no sigais leyendo. Ahora vamos con la anécdota que IC dice que cuente.

Si repetir la exposición de IC en este post, mi empresa, hace ya unos años, justo al principio de comenzar mis andanzas empresariales se quedó fuera de un presupuesto aceptado porque la segunda oferente remató a la baja con la complacencia del cliente, con los precios vistos y después de haber aceptado nuestro primer precio.

A nosotros nos avisaron tarde y habíamos incurrido en unos gastos importantes. Esto no se hace, desde luego, pero los caminos del señor son inescrutables, más aún cuando se te queda una cara de tonto que no puedes con ella en donde cualquiera diría que esperas esos encuentros.

En su momento, podíamos haber interpuesto la correspondiente demanda, haber comenzado un pleito de los que sabes como comienzas pero no como acabas, incurrir en más costes y tirar nuestro prestigio de empresa novata por la borda. Apretamos los dientes, asumimos la pérdida y a otra cosa mariposa, hasta que pasado un año, el mismo cliente nos volvió a pedir precio por unos trabajos similares.

Maquiavelo apareció en mi mente y decidí realizar una oferta temeraria a la baja. Es más, tan sumamente baja que estrellarse estaba asegurado. Pero la oferta en cuestión estaba bien redactada contractualmente, en donde se especificaban dos partidas distintas, una por entrega de materiales (los que teníamos enganchados del año anterior) a un precio muy elevado y el resto de trabajos a un coste irrisorio.

En el momento de la aceptación, con letra muy pequeña, por la parte posterior de la misma, se encontraba la entrega inmediata de los materiales y el pago de los mismos con la aceptación y cualquier rescisión que se llevara a cabo afectaría de mutuo acuerdo al resto de partidas sin posibilidad de reclamación por ninguna de las partes.

Y funcionó el invento. Es decir, volvió a suceder puesto que la misma empresa que entró al trapo el año anterior volvió a picar al siguiente, pero en esta ocasión, yo le estaba colocando ya los materiales pedidos en su almacén, con lo cual, hice una aceptación parcial del trabajo y con el acuse de rechazo de la oferta se tuvo que tragar los materiales a precio de oro.

Pero la carambola no termina aquí, porque quién entregó la oferta más a la baja ya no quería hacerse cargo del trabajo, como es lógico al perder una parte de los ingresos y tirar de lápiz como Dios manda. Nuestro cliente común iba apurado de plazos y tuvo que buscar un tercero en el trato que le pagó el sablazo del siglo, a nosotros nos demandó y lógicamente perdió el juicio pero la empresa que no quiso hacerse cargo del trabajo tuvo que indemnizar por daños al cliente, doble perjudicada por no jugar limpio.

Una vez finalizado todo el proceso judicial (2 años) me permití la licencia de llamar al cliente en cuestión en donde me quedo con una de las frases que le dije:

Gracias al putón de mi prima Carlota y a su perro salchicha, a todos nos sobran los motivos. Llama a tu paisano Sabina y que te lo explique

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