La presión fiscal sobre los autónomos se dispara: trabajan más de medio año solo para pagar impuestos

Javier Ruiz

Según los cálculos difundidos por distintas organizaciones sectoriales y analistas económicos, los autónomos afrontan una de las cargas fiscales más elevadas de los últimos años. Un profesional por cuenta propia destina más del 54 % de sus ingresos al pago de impuestos, cotizaciones y obligaciones asociadas a su actividad.

En la práctica, esto implica que el autónomo medio debe trabajar más de 220 días al año solo para cumplir con la Agencia Tributaria y la Seguridad Social, un incremento sostenido que se ha ido intensificando durante la última década.

Mayor esfuerzo fiscal

Los datos coinciden en que el esfuerzo tributario crece al tiempo que las deducciones siguen siendo limitadas, y el sistema de cotización por tramos continúa encareciendo los costes mensuales para miles de profesionales.

La evolución de la última década muestra un patrón claro: más costes, menos margen y una brecha creciente entre lo que factura un autónomo y lo que realmente ingresa. Algunos de los elementos clave que se señalan son las cuotas vinculadas a los rendimientos o la falta de deducibilidad real en gastos esenciales, como el vehículo de trabajo, el pago de suministros, vivienda o herramientas, que incrementa la diferencia entre lo que un autónomo paga y lo que podría desgravar en otros países europeos).

Si bien la Seguridad Social ha reducido el porcentaje de las subidas por tramos de cotización para 2026, se percibe un endurecimiento progresivo de la cotización por ingresos reales, que impacta especialmente en los trabajadores que operan con márgenes reducidos o ingresos estacionales.

Menos (re)inversión, más incertidumbre

La presión fiscal no solo reduce la renta disponible del autónomo, sino que limita su capacidad para reinvertir en su negocio, contratar apoyo externo o planificar acciones vinculadas al crecimiento.

En muchos casos, el aumento del esfuerzo tributario se combina con una carga administrativa creciente, que absorbe tiempo no facturable y retrae la actividad productiva.

En sectores con desplazamientos diarios, materiales caros o alta competencia, la suma de impuestos, cuotas, compras obligatorias y tiempo improductivo provoca que los márgenes reales sean cada vez más estrechos.

Los testimonios de distintos profesionales (como este, que recoge El Español) muestran cómo muchos autónomos facturan más cada año, pero sienten que “queda menos” que antes incluso, una vez se han cubierto gastos y obligaciones.

Mientras tanto, otros países europeos optan por modelos más flexibles para el trabajo por cuenta propia. En Francia, Italia o Portugal existen regímenes simplificados, bases reducidas o deducciones más amplias que alivian la carga fiscal en las franjas de ingresos bajas y medias.

Por el contrario, España se sitúa en el extremo opuesto, con una de las tasas de esfuerzo fiscal más altas, deducciones más bajas y una burocracia más compleja en comparación con el entorno europeo. Todo ello, afecta directamente a la competitividad del autoempleo y al atractivo del país para perfiles profesionales que evalúan trabajar por cuenta propia.

Asimismo, el aumento continuo de la presión fiscal no afecta solo a los autónomos, puesto que la mayoría de las microempresas dependen de ellos como proveedores, colaboradores o servicios especializados. Cuando el margen del autónomo se estrecha, suben las tarifas o disminuye su disponibilidad, lo que encarece el funcionamiento de las pequeñas empresas y reduce su capacidad productiva.

Todo apunta a que la presión fiscal seguirá siendo uno de los debates centrales de 2026. Las asociaciones ya han reclamado una revisión del sistema de cotización, una ampliación de los gastos deducibles y una mayor estabilidad normativa, pero de momento no existe un calendario claro de reformas.

El conjunto de los datos muestra una conclusión evidente: el aumento del esfuerzo fiscal sobre los autónomos no es solo una cuestión de carga tributaria, sino un lastre para la productividad, el crecimiento empresarial y la estabilidad del autoempleo en España. Por ahora, sin cambios o mejoras efectivas en el horizonte cercano.

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