El absentismo laboral ha vuelto a niveles nunca vistos en España. Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 1,4 millones de personas faltaron a su puesto de trabajo por enfermedad o accidente durante el verano de 2025, una cifra superior incluso a los picos registrados durante la pandemia.
El fenómeno preocupa tanto a las empresas como a los autónomos con empleados, que ven cómo los costes derivados de las bajas médicas y la dificultad para sustituir personal amenazan la productividad.
Detrás del aumento
De acuerdo con la Seguridad Social, el número de procesos de incapacidad temporal (IT) también se ha disparado. Entre enero y agosto de 2025 se tramitaron más de 6,2 millones de bajas laborales, un 9 % más que el año anterior.
El absentismo medio se sitúa ya por encima del 7 % de las horas pactadas, lo que equivale a más de 1.500.000 jornadas laborales perdidas cada semana, según la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo (AMAT).
Los analistas del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST) señalan que este incremento no puede explicarse solo por un empeoramiento de la salud física. Cada vez más bajas están relacionadas con trastornos mentales y estrés laboral, especialmente en sectores con elevada carga de trabajo o turnos irregulares, como la sanidad, la educación o la hostelería.
A todo ello, se suma el envejecimiento de la población activa, las largas listas de espera sanitarias y el aumento de las patologías crónicas. Las mutuas y las empresas coinciden en que muchas bajas se alargan por la falta de seguimiento médico o por la demora en las pruebas diagnósticas, lo que incrementa los costes para el sistema y para los empleadores.
Según RTVE, el número de trabajadores que causa baja cada año se ha duplicado desde 2014, con especial incidencia de las bajas por incapacidad temporal asociadas a la salud mental. El coste total del absentismo ronda ya los 20.000 millones de euros anuales, entre prestaciones y sustituciones temporales.
Impacto en las empresas
Para las pequeñas empresas, el incremento del absentismo tiene efectos inmediatos. Los negocios con plantillas reducidas no siempre pueden redistribuir tareas o contratar refuerzos con rapidez.
Cuando un trabajador se da de baja, el empresario asume el pago de los primeros quince días de prestación y, en muchos casos, el sobrecoste derivado de cubrir el puesto.
En los últimos meses, diversas patronales y organizaciones de autónomos han pedido mayor apoyo institucional y flexibilización en la gestión de las bajas. Proponen, por ejemplo, agilizar los reconocimientos médicos y revisar la colaboración de las mutuas en los procesos de incapacidad temporal para reducir tiempos de espera.
Entre las medidas que estudia el Gobierno, ya ha anunciado la reforma del sistema de control de bajas médicas, con un enfoque más digital y coordinado con las comunidades autónomas.
También se evalúa ampliar la participación de las mutuas colaboradoras, reforzar la prevención en salud mental y promover el teletrabajo parcial en casos compatibles con recuperación médica.
Desde la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME) se insiste en que el aumento de las ausencias no puede abordarse solo con control, sino también con mejora del clima laboral, conciliación y políticas de bienestar que reduzcan el agotamiento profesional.
Salud laboral y productividad
El récord de bajas laborales evidencia un cambio de fondo: la salud laboral ha pasado a ocupar un lugar central en la agenda económica, pero su gestión sigue siendo desigual según el tamaño de la empresa. Mientras las grandes corporaciones cuentan con servicios médicos y departamentos de prevención, las pymes y los autónomos afrontan el reto con menos recursos y más vulnerabilidad ante cada ausencia.
Conciliar la protección de la salud con la viabilidad económica de las pequeñas empresas será uno de los grandes desafíos de 2026. El aumento del absentismo refleja un avance en el reconocimiento de los problemas de salud, pero también una señal de alerta para el tejido productivo: sin apoyo estructural, las bajas prolongadas pueden convertirse en un lastre crónico para la competitividad.
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