En julio de 2025, España registró la pérdida de 7.286 autónomos, lo que equivale a 235 bajas diarias. Este es el peor dato en este mes de los últimos tres años y refleja una tendencia que empieza a preocupar tanto a las asociaciones como a las instituciones públicas.
Si bien el número total de trabajadores por cuenta propia se mantiene en torno a los 3,37 millones, la realidad es que el crecimiento ha quedado estancado y, lo que es más grave, no hay relevo generacional: crecen los autónomos mayores de 56 años, pero descienden con fuerza los que tienen entre 36 y 45, según los datos del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social.
En números rojos
El mal dato de julio no es un hecho aislado. El pasado enero ya cerró con un balance negativo: 17.815 autónomos menos respecto a diciembre, lo que supuso uno de los descensos más intensos en la última década, según informó la ATA.
Esto ha supuesto uno de los descensos más intensos de la última década y reflejó una tendencia que se ha ido consolidando a lo largo del año: más bajas que altas, sobre todo, en sectores como el comercio, la hostelería y las actividades vinculadas al consumo interno.
En la práctica, significa que cada vez son más los autónomos que abandonan la actividad, bien por jubilación sin relevo, bien por falta de rentabilidad, mientras que los nuevos emprendedores no compensan esas salidas.
Por comunidades autónomas, la situación es especialmente dura en Castilla y León, que perdió un 0,5 % de su tejido autónomo en apenas cuatro meses.
Detrás de la caída
El presidente de ATA, Lorenzo Amor, ha sido claro: el problema no es solo la coyuntura económica, sino una carga fiscal y burocrática excesiva, que golpea con más fuerza a los pequeños negocios.
Todo ello está produciendo una pérdida sostenida de autónomos empleadores, lo que significa menos capacidad para generar puestos de trabajo en el futuro.
El contraste entre el crecimiento de empleo en grandes empresas y la caída entre autónomos y pymes pone de relieve una brecha que preocupa al sector. Amor concluía que para los pequeños negocios la batalla se centra en mantener empleo, ni tan siquiera en crear nuevos puestos ya.
Sin embargo, la caída de autónomos supone un riesgo real para el tejido económico local, que se traduce en menos emprendimiento (menor posibilidad de generar proyectos propios), fuga de talento menor de 45 años, que no encuentran incentivos, y un alto impacto en zonas rurales, donde las pymes son la base de la actividad económica.
La visión de la patronal
Desde la ATA, la CEOE o la UPTA se sigue insistiendo en medidas estructurales, como las bonificaciones reales en las cuotas de la Seguridad Social, un marco estable que no cambie cada pocos meses y verdadero apoyo al relevo generacional.
Uno de los grandes retos para sostener el trabajo autónomo es el relevo generacional. En Aragón, la Diputación de Huesca y los grupos Leader han puesto en marcha un plan dotado con 300.000 euros anuales durante tres años para identificar negocios en riesgo de cierre y facilitar que nuevos emprendedores los asuman, con especial atención al medio rural. A su vez, en Extremadura, el Gobierno regional ha licitado un programa que busca emparejar a autónomos próximos a jubilarse con jóvenes interesados en continuar la actividad, ofreciendo acompañamiento y asesoría durante el traspaso.
En este sentido, la pérdida de más de 7.000 autónomos en un solo mes debería encender las alarmas: no se trata de un ajuste puntual, sino de un síntoma de fragilidad estructural en el modelo económico español.
A la falta de estabilidad normativa se suma la dificultad para garantizar el relevo generacional en miles de pequeños negocios, desde comercios urbanos hasta explotaciones agrícolas en el medio rural.
Si no se refuerza el apoyo real al autoempleo y a las pymes, España corre el riesgo de vaciar su tejido emprendedor, un pilar esencial para la creación de empleo y la cohesión territorial. Hoy es otro aviso; mañana, puede ser demasiado tarde.
Ver todos los comentarios en https://www.pymesyautonomos.com
VER 0 Comentario