Competitividad empresarial, ese concepto económico que aparece con las crisis

Con las crisis, son muchos los conceptos que escuchamos o leemos en los principales medios de comunicación de forma diaria; algunos de ellos son relacionados con sus causas, otros como indicadores de la salud económica de un país y otros los relacionados con las posibles soluciones.

Dentro de este grupo se encuentra el concepto de competitividad, un término tan utilizado por muchos colectivos como malinterpretado y vilipendiado por otros pero que, al fin y al cabo, está muy relacionado con el concepto de eficiencia empresarial y de bienestar económico.

La Real Academia Española define la competitividad en una de sus acepciones como la rivalidad para la consecución de un fin determinado. Yendo un poco más allá, el diccionario de la Lengua de Vox lo define como la capacidad de una determinada persona o cosa competitiva que le permite oponerse a otra en la consecución de un mismo fin.

Si esta última definición lo trasladamos a la economía, las empresas serían esos agentes competitivos, el resto de agentes serían el resto de empresas y el fin sería la obtención de beneficios en el caso de las empresas o de un determinado objetivo de desempleo o de inflación en el caso de la economía.

En general, este objetivo se obtiene mejorando los procesos empresariales para optimizar los costes en relación al resto de empresas que compiten en el mismo mercado, ya sea nacional o internacional, bien sea mediante la reducción de sus gastos o bien mediante el aumento de productividad de sus factores, trabajo y capital.

Estas dos premisas son fundamentales. Las empresas necesitan reducir sus costes y aumentar su productividad para ser más competitivas en el mercado mundial y, de esta manera, vender fuera la producción que no podemos colocar en España como consecuencia de la caída de la demanda interna.

Ahora bien, conviene tener en cuenta que no todos los costes empresariales son los costes salariales. Es más, la reducción de los salarios acaba reduciendo la eficiencia empresarial y, por tanto, la productividad, cuando la propia definición de competitividad busca obtener el efecto contrario.

Existen una serie de costes, ya no solo a nivel empresarial interno, sino también a efectos fiscales y energéticos no manejables por la empresa, que convendría tener en cuenta para no poner en riesgo la eficiencia, tanto por parte del administrador de la sociedad como por los propios gestores de lo público, ya que la ganancia de competitividad acaba siendo tarea de todos.

En Pymes y Autónomos | La competitividad española en claro retroceso

Imagen | ColinBroug

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