¿Trabajar o vivir del cuento?

Un tónica general en todas las épocas de crisis es la floración como en primavera de las economías sumergidas. La mayoría de colectivos se plantean que ya está hartos de pagar impuestos, de trabajar de sol a sol y de dejarse los riñones en sus respectivos empleos cuando otros, viven perfectamente sin doblarla con la connivencia de las administraciones y los pagos de todos nosotros.

Y esta tónica ha llegado a los ciudadanos del Pais Vasco con mucha fuerza. Es a la conclusión que he llegado después de leer esta entrada en el blog de Josean Paunero (leer antes de seguir). La conclusión es arrolladora: Una persona que reciba esta ayuda cobra 8.400 euros anuales. Un autónomo tiene que realizar encaje de bolillos para ganar dinero en primer lugar, y matarse a trabajar para ganar esa cifra.

¿Qué es más interesante? ¿Pertenecer a un colectivo con posibilidades de marginación o ser autónomo? Muy bien, supongamos que decidimos ser autónomos con todo lo que esta decisión lleva aparejado en nuestra vida y en nuestro alrededor ¿Permitimos que nuestro dinero vía impuestos se destine a fomentar a vagos?

Pues si, sseñores, lo permitimos y lo aplaudimos. Y me parece a mí que estas corrientes llegan tarde al norte del país, porque por otras latitudes más calurosas, a esto nos acostumbramos en los años 80. Por aquí, en mi amada Andalucía, existe una verdadera mafia que gira en torno al PER y al desempleo agrario, de tal forma que una persona trabaja dos meses al año y cobra nueve. Y refuerza sus ingresos con trabajos en economía sumergida. Pero ya nos hemos acostumbrado a pagarle su desidia laboral.

Pero la legislación que tenemos, la Constitución que es de todos y para todos, pero parece ser que con distintos raseros, garantiza una serie de principios que favorecen que siempre haya sectores que tengan estos planteamientos. El derecho a la igualdad, al reparto justo de la riqueza y a contribuir a nuestro sistema fiscal en los principios de capacidad económica son los que rigen los derechos de estos sectores ¿desfavorecidos? ¿marginados?.

Al fin y al cabo, ser autónomo es ser empresario. Este compromiso nos guia a luchar por una idea, por un proyecto, por nosotros mismos, vencer todas las dificultades que nos encontramos a diario. Y nuestra recompensa es nuestro orgullo de levantar de la nada nuestro más o menos exiguo patrimonio y bienestar mediante nuestro propio trabajo. Mi orgullo de trabajador no se compra con dinero, ya sea renta de inserción ni de PER

Prefiero comerme un plato de lentejas después de trabajar doce horas que disfrutar una mariscada que me paga el gobierno de turno por ser un vago. Mi orgullo no se compra, por más rabia y coraje que me dé nuestro propio sistema.

Vía | Josean Paunero 
Más Información | Ayudas de Emergencia Social
Imagen | ycr en Flickr

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