Sonría, por favor. Soy un cliente, no su enemigo

Sonría, por favor. Soy un cliente, no su enemigo
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Ya pueden las administraciones y las asociaciones de comerciantes hacer fuerza para que el pequeño negocio salga adelante y así pelear con los mismos medios que las grandes superficies, si su mejor baza:el trato con el cliente, deja mucho que desear.

Pongamos dos casos. En uno, la dueña de una papelería, que sabe que tal vez tenga que cerrar y el dueño de un estanco que ni saluda al cliente. ¿Sirven de algo la publicidad, las estrategias de marketing en las redes? No, si en el cara a cara no existe una mínima comunicación.

Sonreír no es obligatorio, la buena atención sí

La experiencia de compra forma parte de una estrategia, y es aplicable al pequeño comercio. Y los propietarios de pequeños negocios, lo saben. Llevan muchos años al pie del cañón y dominan a la perfección el arte de vender y atender.

Pero, no todo el mundo sirve para este trabajo, y aunque tengamos las mejores instalaciones, y vivamos en la era de la compra online que cada día está más en auge, si apostamos por el comercio de barrio, qué menos que nos atiendan mirándonos a los ojos.

El cliente, en la mayoría de los casos, no es un estorbo, es una oportunidad de venta ese día y en el futuro. ¿Por qué ignorarlo?

Mirar a los ojos

Si hay algo que no te permiten las páginas donde podemos comprar todo tipo de productos es hablar cara a cara con el vendedor.

Volviendo a la dueña de la papelería del principio, ella lo sabe y cuando ve entrar a un cliente, sonriente y amable, dejando espacio para que éste pueda mirar sin sentirse agobiado, pregunta si puede ayudar.

Domina el arte de la conversación. Sencilla, amable, clara y eficaz. ¿Volverá un cliente casual allí? ¡Por supuesto! A pesar de haber escuchado que tal vez tenga que cerrar, o quizás por eso. Porque en una situación así, su comportamiento derrocha positivismo.

Por otro lado, está el dependiente, que con la tienda vacía, no devuelve el saludo y está más pendiente de la conversación de su compañera que consulta su móvil. El cliente se pregunta: ¿Me marcho? No puedo... ya tengo en la mano lo que necesitaba y tengo prisa. ¿Volveré? No lo creo.

Más atención al cliente

Si algo tan obvio como mirar a quien tenemos delante nos supone un esfuerzo, de nada sirve que tengas la suerte de ofrecer ciertos productos por la zona, que nadie más sirve. Hoy día hay más alternativas.

Sólo unos metros separan los comercios. La tienda de ella, está repleta. La de él, vacía. ¿Un mal día? ¿Desgana? ¿Pasaba por allí? Si no te gusta trabajar de cara al público y has abierto un local sin pensar en que además de ofrecer un servicio, vas a tratar con personas todos los días, mejor cierra o dedícate a otra cosa.

Para vender hay que servir. Se puede aprender. Eso lo saben los comerciantes que llevan al frente de sus tiendas décadas y ahora están reciclándose poniéndose al día sobre redes sociales. Ellos sienten pasión y amor por su trabajo. Si éste no existe, los clientes se esfumarán.

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Imagen|PublicDomainPictures

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