Cine y emprendedores (II): Jerry Maguire, una historia de lealtades, fracasos y éxitos

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Valentía, confianza, dudas, perseverancia, lealtad, éxito... Son algunos de los ingredientes que forman parte de la historia de Jerry Maguire, la nueva película que traemos a este blog para la serie ‘Cine y emprendedores’. En algo más de dos horas, en las que sobran muchas escenas personales que no aportan mucho, se cuentan las peripecias de un representante de deportistas que se ve obligado a salir de su empresa e ir de manera independiente en un sector extremadamente competitivo.

Es una película rodada en 1996 y protagonizada por Tom Cruise y Renée Zellweger. Contó con un óscar (y cinco nominaciones) y otros premios en ese mismo año. Al igual que ocurrió con la entrada sobre ‘Piratas de Silicon Valley’, no se va a diseccionar el film basándose en criterios cinematográficos, sino centrándose exclusivamente en los aspectos empresariales y todo lo que pueda ser útil para los emprendedores.

El detonante para dar el paso

La historia comienza con la decepción de Maguire por la deshumanización de su sector. Mercantilización de las personas, sin trato humano por ningún sitio. “Me odiaba a mí mismo o, más bien, odiaba mi lugar en el mundo”, decía justo antes de ponerse a escribir una declaración de objetivos que cambió el curso de las cosas en su vida. Era un conjunto de principios presididos por una clave: “Menos clientes, más dinero... Más trato personal”.

La presentación de ese documento tuvo una consecuencia inesperada: su despido. La empresa no quería a alguien que iba en contra de su filosofía. Fue ahí cuando arranca una ‘batalla’ entre ambas partes: Jerry busca llevarse a sus clientes en su nueva aventura de manera independiente y la compañía intenta conservarlos. El protagonista sólo logra retener a un jugador por el que muy pocos apostaban pero que, a la postre, sería una buena opción. Y lo hace, volviéndose loco en mitad de la oficina y pronunciando a gritos esa universal frase: “Show me the money!” (¡Muéstrame el dinero!).

Tras salir de la oficina, busca el apoyo de sus compañeros y sólo recaba el de una de ellas, Dorothy, que, leal a sus ideas, decide seguirlo. “No te asustes, nos irá genial”, le decía entre dudas. Empieza un camino arduo y complicado, arrancando el compromiso por parte de una de las grandes estrellas de quedarse con él. Sin embargo, ‘in extremis’, por dedicar tiempo a promocionar al único jugador que decidió irse con él cuando fue despedido, perdió el contrato.

¿Acabado?

Llegan las dudas de todo emprendedor sobre si el paso dado hace tiempo era el correcto, el dolor por el fracaso. Pero, junto a su ayudante, siguen adelante y centran sus esfuerzos en este jugador ‘fiel’ que siguió con él cuando nadie lo hizo. A partir de ahí, contra lo que todos esperaban, apuesta por él porque es él su único activo en uno de los momentos más delicados de su carrera.

La apuesta fue casi obligada y el resultado muy interesante (no vamos a desvelar el final). Sobre todo, porque en la historia acaba valorándose la fidelidad y el trato personal lo que en su anterior empresa se había desechado en busca del gran negocio y de los grandes beneficios.

Es la historia de alguien que quiso hacer las cosas diferentes, que quiso innovar y que, pese a las muchísimas dificultades en el camino y a una competencia durísima y feroz, encuentra salidas. Es la historia de un emprendedor que siente en su piel el doloroso fracaso, que vive las dudas sobre si salirse del guión preestablecido fue una buena idea, sobre si dar el salto valió la pena.

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