Hubo un tiempo donde en las empresas se disponía de tecnología que los empleados no podían permitirse en sus hogares o a título particular. Es el momento donde en la empresa hay ordenadores y en los hogares todavía no. Sin embargo hoy en día se da un escenario totalmente opuesto. Los empleados disponen, por lo general, de tecnologías más avanzadas que las empresas. Y es que las empresas se han vuelto conservadoras en tecnología.
Cuando las empresas lideraban la innovación no lo hacían porque daba buena imagen, porque estaba de moda incorporar ordenadores o algo similar. Incorporaban las tecnologías a sus negocios porque mejoraban sus resultados, porque invirtiendo en tecnología conseguían ser más productivos. Pero parece que ahora las empresas se conforman con lo que tienen y les cuesta volver a liderar la innovación.
Pero también tiene mucho que ver con Internet, donde antes eran pocos los usuarios que disponían de conexiones en sus hogares y utilizaban las de las empresas para cuestiones personales. De aquí surgieron las limitaciones, páginas prohibidas, etc. Hoy en día la banda ancha, ya sea en el móvil o en los hogares es casi universal, ¿tiene sentido limitar el acceso de los usuarios a Internet?
Tanto de la mano de la navegación móvil, del modelo de estar siempre conectados, accediendo a los datos, a las aplicaciones cuando las necesitamos y desde cualquier tipo de dispositivo es como se consigue ser productivos. El miedo a perder el control de los datos, el falso control que nunca hemos tenido, puesto que en muchas empresas los datos han salido en papel o correo electrónico, más que por tenerlos en la nube.
Todo esto limita las posibilidades de nuestra empresa. Y lo peor de todo es que en muchos casos el usuario es consciente de ello. El resultado es la frustración, saber que en muchas ocasiones se están realizando más horas o procedimientos obsoletos, de ser ineficientes en nuestro trabajo. Todo porque la empresa ha dejado de creer en la tecnología para mejorar la productividad.
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Imagen | moriza