Soy un enamorado de mi precioso Yorkshire, y hoy es él (quien además de mi mujer, que obviamente se encuentra en lo más alto del “top ten”, son los dos seres que más quiero en este mundo), quien me sirve para exponer el artículo de hoy: el valor del esfuerzo.
¿Y por qué me sirve mi adorado perro para exponer el artículo de hoy? Pues porque mirándolo he detectado una cosa, que expuesta, puede servir para cualquier empresa, profesional o autónomo que se preste. Mirándolo, Fuffy (que es como se llama el animal) me ha demostrado como con perseverancia y esfuerzo se logran los objetivos anhelados.
Para jugar, en muchas ocasiones me dedico a tirarle a Fuffy la pelota que tiene él en casa debajo de una mesa de televisión que tiene muy poco espacio para poder pasar por debajo, ¿y cuál es su reacción? Su reacción no es esperar a que yo se la vaya a buscar y se la dé, su reacción es la de (a pesar de la dificultad que le supone) luchar y luchar por conseguir meterse debajo de la mesa de cristal, “cazar” y “rescatar” la pelotita.
Fuffy en muchas ocasiones lo consigue, otras (en pocas ocasiones) batalla y batalla pero al final no puede lograr su fin y soy yo quien tiene que ir a rescatarle la pelota, pero él nunca se ha rendido, él nunca pide.
Él busca el ángulo de entrada, el se detiene si está cansado para luego volverlo a intentar, incluso se entromete por lugares más desconocidos, peligrosos y prohibidos para él que el camino convencional, pero al final orgulloso lo consigue y sale corriendo con su pelota, y si no lo consigue lo vuelve y lo vuelve a intentar.
¿Por qué no hacemos todos lo mismo que él y nos esforzamos, luchamos y peleamos día a día por lo que queremos?, ¿por qué como digo siempre esperamos que nos den la pelota y no la vamos a buscar nosotros? Es triste que en muchas ocasiones sean mucho más lanzados, inteligentes y dispuestos nuestros pequeños y adorados canes, que muchos de nosotros (entre los que me incluyo).
En Pymes y autónomos | La cultura de la superación personal
Imagen | Castillón