El fin del juego, los perdedores de la partida

El fin del juego, los perdedores de la partida
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Que el miedo a perder nos hace perder es algo indiscutible en cualquier ámbito de la vida, a la vez es indiscutible que el miedo a avanzar nos paraliza en muchas ocasiones, y eso ocurre también en todos los ámbitos de la vida. Pero yo hoy y aquí quiero referirme concretamente a los profesionales y empresas, y concretamente hablando de su internacionalización.

No nos engañemos, a mi entender el mercado español es un mercado muerto, un mercado que ha entrado en barrena de forma general, y concreta y muy especialmente muchos sectores de su tejido empresarial, y su recuperación en muchos casos es inviable e imposible si solo se piensa en términos de mercado interior. Y ese es el problema de muchas empresas, su miedo y su incapacidad para internacionalizarse.

¿Y con lo que he dicho anteriormente quiero decir que el mercado empresarial español no tiene perspectivas ni posibilidades de salir a flote y volver a tirar para adelante?, sí, sincera y crudamente creo que España en su conjunto y las empresas españolas concretamente no tienen ningún futuro, a no ser que tomen las medidas adecuadas para reconvertirse y reestructurarse, y sinceramente no veo a muchas de ellas por la labor.

¿Entonces esto es el fin del estado y de las empresas que en él habitan?, sí y no, para mi España como tal no tiene ningún futuro más que el de conformarse con ser un país del furgón de cola (del que no nos engañemos solo salimos temporalmente y de una forma artificial) de no emprender las reformas adecuadas. Y la verdad, un país con tanto aroma de color rojo como desprende la mayoría de la población y que paraliza la evolución, no lo veo tampoco en condiciones de iniciar el camino que le conviene para ser un país dinámico y avanzado. Y si me refiero a las empresas tampoco les veo mucho mejor futuro.

Las empresas españolas (salvo honrosas excepciones) son arcaicas estructuralmente, han aprendido a competir en un entorno que ya no existe y ahora son incapaces de adaptarse al nuevo entorno, perecen llorando en lugar de luchando, y sus trabajadores perecen luchando en lugar de trabajando. Y así, y siendo incapaces de abarcar nuevos mercados, de apostar por realidades diferentes, y por ser realmente los que toman la iniciativa, no hay continuidad de la partida, es el fin del juego. Pero no nos preocupemos que siempre habrá otros países dispuestos a ocupar el lugar que nosotros decimos querer ocupar.

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