¿De quién es la silla?

¿De quién es la silla?
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Antes de empezar este artículo quiero despejar todas las dudas respecto a mi intención, que no es en ningún caso polemizar sobre la naturaleza de las diferentes posiciones políticas ni entrar en cuestiones éticas. Me gustaría hacer una reflexión sobre el mundo de las empresas y el mercado laboral, sin más.

En muchos casos escuchamos hablar sobre el derecho al trabajo y creo que se produce una pequeña confusión, pues aunque todos las personas merecen una vida digna y unos derechos laborales justos, el puesto de trabajo no deja de ser una silla de mi empresa que quiero cubrir con el profesional más válido. Por tanto, a efectos prácticos el puesto no representa una posesión del empleado, sino una relación bilateral en la que el trabajador no puede ejercer sus derechos sin el empleador.

¿Quién pone las sillas?

Creo que cuando hablamos de las cifras de paro, se ha intentado evitar que la cifra crezca a toda costa, pero construyendo la casa por el tejado. Desde mi punto de vista, la mejor manera de proteger al trabajador es impulsando a las empresas. Y que conste que habla un ateo político.

En algunos casos se ha defendido a toda costa el derecho al trabajo olvidando el deber derivado del mismo. Algunos derechos reconocidos son los de libre elección del oficio, la retribución justa, la negociación colectiva, la reunión, la adopción de medidas de conflicto colectivo, la libre sindicación, la huelga, y la participación en la empresa.

Pero por la parte de los deberes tenemos: cumplir con las obligaciones concretas de cada puesto de trabajo, contribuir a la mejora de la productividad, actuar con buena fe y la diligencia, respetar las normas de higiene, cumplir las órdenes e instrucciones efectuadas por sus responsables y no concurrir con la actividad de la empresa.

Bien, queda claro una cosa, el gobierno de turno tiene la obligación de lidiar con una complicada relación bilateral, donde ambas partes necesitan ser protegidas, pero especialmente la de los que ponen las sillas, pues sin ellas ¿cómo ejercemos nuestros derechos y obligaciones?

¿Los malos de la película?

Si queremos garantizar el derecho real al trabajo, tendremos que ayudar a que las empresas sobrevivan, especialmente las pymes, porque no habrá ningún gobierno que pueda garantizar el empleo de manera unilateral.

Para ello, los que están en las sillas también deben ser productivos aunque creo que la mayoría hemos visto casos enquistados en muchísimas empresas.

Estoy seguro de que algunas personas leerán este texto con una ceja levantada, pensando que cuando ponga el punto y final me iré a ver los toros fumando un puro mientras me pongo un ping de gaviotas en la chaqueta... pero habla alguien que ha estado en el paro y que ha tenido que tirar por sí mismo.

He visto los ERES de cerca y he sufrido a empresarios realmente opresores (de todo hay). Solo soy alguien que cree que se ha tratado de defender al trabajador, o mejor dicho: "a las cifras de paro", pero no al trabajo.

Ahora, guarden las horcas y saquen los libros porque todos tenemos mucho que aprender. Para que las personas podamos disfrutar de nuestros derechos tendremos que ejercer las obligaciones, aunque la película nos la pongan al revés.

Arrimemos el hombro y dejemos de jugar a las sillas musicales o las perderemos todas.

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