Las videoconferencias, ¿una herramienta para ‘hacer piña’ en el teletrabajo?

Las videoconferencias, ¿una herramienta para ‘hacer piña’ en el teletrabajo?
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A veces se tiende a idealizar el teletrabajo. Señalar todas sus bondades, que son muy numerosas, pero olvidando mencionar en demasiadas ocasiones sus puntos negros. Uno de ellos es el que tiene que ver con la construcción de un equipo cohesionado en una empresa donde esta modalidad está implantada en el grueso del día a día. Es aquí donde la videoconferencia se convierte en una herramienta útil e interesante.

El caso de Yahoo lo hemos comentado en alguna ocasión en estas mismas líneas: Marissa Mayer, su consejera delegada desde hace algo más de un año, decidió reunir a toda la plantilla de la compañía tecnológica bajo un mismo techo, con el objetivo de cohesionar y hacer equipo. Pero, como es lógico, esto no está al alcance de ese grupo de empresas que decidieron implantar el teletrabajo no sólo como vía para mejorar la productividad y la conciliación laboral-familiar sino como fórmula para ahorrar costes de estructura.

Por qué una videoconferencia

En muchos casos, el teletrabajo acaba desembocando en relaciones virtuales, frías y, cuando menos, mejorables. Es cierto que existen infinidad de herramientas digitales que nos permiten trabajar a distancia de una manera efectiva. La nube y lo que implica en la gestión del día a día y el correo electrónico son los artífices. Pero, si todo ello no se acompaña de una relación más personal con el equipo, no es fácil lograr esa cohesión a la que aspiraba Mayer en Yahoo.

Chatear o dejarse mensajes en la intranet de la empresa sin poder disfrutar de un contacto físico más cercano puede ser efectivo y productivo en ahorro de tiempo (y, por tanto, de costes), pero en el largo plazo, no tiene, al menos desde mi punto de vista, implicaciones positivas.

Consecuencias de su uso

Dado que el teletrabajo acarrea, en innumerables ocasiones, la deslocalización de los empleados, es muy complicado un contacto físico con cierta periodicidad. Es aquí donde la videoconferencia puede adoptar un papel útil, convirtiéndose en el ‘mal menor’. Una reunión semanal (o dos al mes) a través de Google Hangouts, Skype o cualquier otro servicio disponible en la red permitirá tratar de tú a tú, dentro de las ‘limitaciones digitales’, con el equipo. Eso implicará, entre otras cosas:

  • Un mayor sentimiento de pertenencia. Existe un riesgo evidente de que un teletrabajador acabe por sentirse, en cierta manera, aislado del equipo. La sensación de formar parte de un colectivo, con todo lo que ello conlleva, es buena para afrontar proyectos en el futuro.

  • Intercambio de ideas. Seguramente haya temas cuyo tratamiento colectivo tenga consecuencias positivas. O, incluso, problemas o retos que requieran la aportación de todos. Y todo eso, en una reunión personal, aunque sea a través de una pantalla, es mucho más sencillo.

  • Implicación colectiva. ¿No crees que un contacto físico-virtual habitual puede fomentar en un mayor grado la implicación del colectivo? Yo sí lo creo firmemente.

Un tema importante

No tiene por qué requerir inversión económica, aunque sí quizás algo más de tiempo que un simple correo electrónico. Pero, estoy seguro que acabará agradeciéndose. No es un asunto baladí. Conseguir que un teletrabajador se sienta implicado en el proyecto también requiere una relación física o personal mucho más estrecha. No luchar contra el aislamiento se convertirá, a la postre, en un boomerang. Cuanto más tiempo pasa y más experiencia tengo como trabajador independiente y freelance, menos extraña me parece la decisión de Mayer si el objetivo era ‘hacer piña’ en su equipo.

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