Cómo poner límites al cliente hablador que eterniza las reuniones

Cómo poner límites al cliente hablador que eterniza las reuniones
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Una reunión tiene un objetivo: arrojar ideas que sea posible llevarlas a cabo. Una reunión de trabajo no es una charla entre amigos un domingo por la tarde, donde se puede hablar de lo Humano y lo Divino, sin límite de tiempo. El tema de las reuniones es el problema que persigue a las empresas españolas. Y los clientes habladores, a los que nos impone respeto cortarles en sus discursos eternos..

Recuerdo que un día había quedado con un amigo. Tenía mala cara y ojeras. Apenas había dormido y todavía no había comido. "Vengo de una reunión con un cliente muy majo pero que habla por los codos". En ese momento le dije que nos sería tan 'majo' cuando le había robado algo tan necesario como su hora de comer.

Falta de empatía por parte del cliente

Un rasgo muy característico de este tipo de cliente es pensar que es el único que tienes. Igual desaparece durante un mes, que lo mismo aparece por tu trabajo o te llena el móvil a mensajes. ¡Es majo! Seguro que estás encantado de saber de él.

Pero su fallo está en algo que no conoce: la empatía. Carece de ella y no sabe que tienes que dividir tu tiempo entre otros clientes y cuestiones relacionadas con el negocio. Sí, el cliente es tan importante que sin él no habría empresa, pero con uno la empresa tampoco saldrá adelante.

¿Reunión o nos tomamos algo ahora que estoy relajado?

El mayor error que se comete con este tipo de cliente es no poner límites. Los límites son sanos, necesarios y beneficiosos para todos. Para despejar dos o tres dudas, no es necesario mantener una reunión/charla durante dos horas. ¡Es una locura!

Imaginemos la cola de una tienda que vendan pollos asados y que uno de los clientes de toda la vida decida contarle al propietario que acaba de tener un nieto. Surrealista, ¿verdad?. Pues con las reuniones ocurre lo mismo.

Una reunión no debe exceder los 45 minutos. Todo lo que se diga después se olvidará como las lágrimas bajo la lluvia.

La educación nos lleva a preguntar cómo se encuentra el cliente, pero de ahí a que él desperdicie el tiempo que le podemos dedicar hay un abismo.Salimos perdiendo todos. El primero, él y nosotros porque dejamos de atender a otros clientes igual de importantes y necesarios para que el negocio funcione.

Hablar claro y poner límites a las reuniones

En países como España, parece que está mal visto cumplir con un horario a la hora de participar en una reunión. A algunos jefes les sabe mal, decir al cliente que sólo dispone de una hora para hablar de sus asuntos.

60 minutos es oro. Un regalo. Y en el trabajo, un honor que se disponga de tantos segundos para dedicarlos a tus dudas, preguntas, o cualquier cuestión que necesites aclarar como cliente.

Seamos francos, ¿de qué sirve hablar durante dos horas? De nada. Para ganar un dolor de cabeza y temer el día en que has de reunirte con ese cliente que piensa que el tiempo es relativo, pero a su manera. Un autónomo sabe que cada minuto cuenta, que la amabilidad y cortesía no está reñida con el respeto por el tiempo del otro.

Establezcamos límites y cuidemos a nuestros clientes, pero ni las reuniones son eternas ni sinónimo de unas cañas en una terraza. La simpatía, la cordialidad y la buena educación no están reñidas con aprovechar una excelente reunión.

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Imagen|Sponchia

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