El INE ha publicado hoy el índice de confianza empresarial, registrando una subida del 3,4% con respecto al tercer trimestre y en el que hemos sabido que hasta el 11,6% de los establecimientos empresariales son optimistas con respecto a la marcha de su negocio en los próximos meses, habiendo registrado una subida de siete puntos porcentuales con respecto al trimestre anterior.
Si a este indicador tan positivo le añadimos que el índice de confianza del consumidor, publicado por el CIS, mantiene una evolución alcista desde finales del año pasado, podríamos pensar que la coyuntura económica desfavorable está a punto de finalizar, gracias a las expectativas tan positivas que mantienen los agentes económicos, tanto las empresas como los consumidores. Sin embargo, en muchos casos, los índices de confianza constituyen meros datos estadísticos sin incidencia posterior en los indicadores reales de actividad económica.
No en vano, según el informe realizado por la empresa Markit Economics, especializada en la confección del indicador PMI servicios, uno de los más fiables indicadores de la actividad económica y empresarial bajo mi punto de vista, la actividad comercial del sector servicios español se contrajo en el mes de Septiembre después de haber registrado una expansión marginal en Agosto. Los nuevos pedidos aumentaron, pero a un ritmo insuficiente como para generar un crecimiento de la actividad o del empleo.
Si a ello le sumamos que las previsiones del FMI con respecto al desempleo no son nada halagüeñas, a pesar de haber sido revisadas al alza en el día de ayer. La tasa de desempleo estimada será del 26,7% y el crecimiento del PIB, tan solo un 0,2%, una cifra insuficiente para generar empleo.
Por tanto, y a tenor de los datos oficiales y de empresas independientes, los datos de confianza que, en muchas ocasiones se toman como referencia para determinar cuál es la situación económica y empresarial actual, no se han trasladado a los indicadores reales o, al menos, no con tanta intensidad.
Y es que, recordemos, una cosa es lo que piensen los empresarios y consumidores y otra muy diferente, su manera de actuar posterior. Al menos, en España.
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